Tuesday, April 30, 2024

RITA LATALLADA DE VICTORIA. Una mujer entrerriana con ganas de enseñar.

RITA LATALLADA DE VICTORIA. Una mujer entrerriana con ganas de enseñar.

Foto personal tomada el 29 de enero de 2024.
Una simple y casi ignorada placa conmemorativa nos abre las puertas a un pasado donde la educación era un valor transversal a todas las clases sociales y todos los grupos políticos. Considero que una de las tareas, funciones e identidad de este grupo es rescatar del todo olvido la memoria de quienes fueron protagonistas de ese capítulo de la educación argentina. Su memoria también se custodia y se debe promover desde el Cementerio de la Recoleta.
RECURSO.
Rita Latallada de Victoria: una entrerriana que no para de enseñar
Te contamos la historia de un ícono de la sociedad entrerriana. Una mujer que revolucionó a la sociedad y se dedicó a educar hasta los últimos días de su vida.
Por: BIANCA RUGGIA
Se trata de Rita Latallada de Victoria, una mujer entrerriana que entregó su corazón a la educación. Su vida es un hito en la sociedad de Entre Ríos y obtuvo muchísimos reconocimientos por su desempeño. Sin embargo, fuera de Gualeguaychú, su reconocimiento se disuelve porque pocas personas saben quién fue esta mujer de valor y corazón enormes.
Ella Nació en Ceibas, departamento Islas del Ibicuy, el 19 de diciembre de 1870. Estudió para convertirse en maestra normal y profesora de Ciencia y Letras. Fue alumna de Sara Eccleston y reconocida por Sarmiento, junto a su colega Rosario Vera Peñaloza, como figura esencial de la educación inicial. Rita fundó escuelas, llevó adelante las primeras creaciones de jardines de infantes en el país y fue distinguida en el Congreso Pedagógico de Chicago. Su vida fue un impulso a la educación de los pueblos argentinos, ya que su convicción de que solo una buena formación puede transformar al mundo la impulsó a seguir luchando para crear establecimientos y educar.
Pequeña Rita
Durante su infancia, su padre Juan Bautista Latallada desempeñaba en Ceibas tareas de agrimensor y maestro mayor de obras. Rita hizo su escuela primaria en San José de Gualeguaychú, donde estaba su casa y residía su familia. Desde pequeña asistió con su hermana Felisa y varias vecinas, acompañadas por su madre, a la Biblioteca del Educacionista Argentino, hoy Popular Sarmiento. Para el momento, el establecimiento se encontraba a cargo de don Justo Echazarreta, un librero cultivado y con amplios conocimientos sobre el mundo. Él cuidó con convicción y seguridad todo el patrimonio de aquella institución de la que fue su natural bibliotecario. Los ejemplares de esa biblioteca siguen siendo reliquias e icónicas obras, entre las que se encuentran libros clásicos, pero también modernos.
Rita seguía una tradición popular de la biblioteca al pie de la letra. La tradición constaba en que cada joven recibía por manos del bibliotecario un libro por semana. Lo debían leer en el transcurso de la semana, para luego comentarlo en la futura visita al joven librero. Era importante que cada lector o lectora tenga claro el contenido, el autor, el estilo, el género literario como también el contexto de la obra, para generar debates más consolidados y nutritivos. Se comenta que Rita participaba de esta dinámica desde los seis años.
Gigante Rita
Rita Latallada se recibió de maestra normal en Paraná y luego cursó en forma simultánea los profesorados de Ciencias y Letras y el de Kindergarten. Dilecta alumna de Sarah Eccleston, recibió felicitaciones de Domingo Faustino Sarmiento cuando este observó una de sus clases. Ejerció el magisterio en el nivel preescolar desde 1888 a 1893. Todos esos años consolidaron su personalidad como una figura emblemática de la educación y como una profesional sin límites, pero con objetivos claros.
A sus veinte años, Rita fundó la Escuela Superior de Niños de Paraná que luego se llamó Escuela Modelo. La dirigió hasta 1895. Además, también fundó la Escuela Normal de Maestros de Esperanza (Santa Fe), de la que fue regente y directora.
Unidos por la educación
En 1899, se alejó de la docencia para casarse con Maximio Victoria. Otra figura de la educación, que acababa de crear la Escuela Popular en Curuzú Cuatiá (Corrientes), después de actuar en Tucumán y Santiago del Estero. Junto a él fue madre de sus siete hijos. En 1904, Rita Latallada vuelve a ejercer la docencia cuando suple a su esposo que se encontraba gravemente enfermo. Luego de eso, se mudan a Catamarca donde Victoria funda la Escuela Normal Regional y dicta las cátedras de Francés y Pedagogía. En 1907, vuelven juntos a Paraná.
En ese momento, Maximio Victoria sucede a Leopoldo Herrera en la dirección de la Escuela Normal de Profesores. Ella, sedienta de conocimiento, toma las cátedras de Pedagogía, Metodología y Crítica Pedagógica hasta 1921, año en que se jubila.
Reconocimiento y un adiós
Además de ejercer la docencia, fue presidenta de la Sociedad Hermanas de los Pobres y miembro fundador de la Sociedad de Beneficencia. En 1935, funda la Asociación Prodifusión del Kindergarten, entidad que dicta cursos para formar maestras jardineras. Desde 1937 gestiona ante el Gobierno Nacional la creación de Jardines de Infantes en el país. Así se funda el Jardín del Instituto Bernasconi, el de la Escuela Normal Sarmiento y el de la Escuela Normal de Gualeguaychú, entre otros.
Sus trabajos pedagógicos son prolíferos e indispensables para una época en la que la educación necesitaba un impulso sobrenatural. Rita contaba con esa fuerza, esa inquietud y esas ganas de educar. Por todo eso, en 1898 recibe el diploma de Vicepresidente Honoraria del Congreso Pedagógico de Chicago. Rita falleció en Buenos Aires el 26 de enero de 1958, luego de haber influido en el ámbito educativo de muchas provincias argentinas. Tenía 87 años al momento de su muerte, vivía rodeada de amigos y se encontraba en pleno estado de lucidez. Rita murió, pero su fuerza y lucha sigue viva en cada uno de los docentes argentinos.
https://www.serargentino.com/argentina/historia/rita-latallada-de-victoria-una-entrerriana-que-no-para-de-ensenar




MAXIMIO SABÁ VICTORIA. Esclavo de sus propios ideales.

MAXIMIO SABÁ VICTORIA. Esclavo de sus propios ideales.

Fotos personales tomadas el 29 de enero de 2024.
El Cementerio de la Recoleta tiene que estar muy orgulloso y asumir la responsabilidad de ser un custodio activo de la memoria de quienes construyeron las estructuras fundamentales de la educación pública en Argentina. Recorrer la vida y las propuestas de este docente reconstruye ante nosotros la epopeya de la construcción de un país que se coloca a la vanguardia de los procesos educativos y de la formación de docentes de excelencia. En esta simple placa que nos introduce en la vida de esta personalidad podemos leer: "Maestro. Poeta. Filosofo. MÁXIMIO S. VICTORIA. 2 diciembre 1871 24 junio 1938. Asociación 'Leopoldo Herrera' Ex alumnos de la Escuela Normal de Paraná". Recomiendo leer en su totalidad el estudio que se comparte en los Recursos. Esta placa se encuentra en el frente del monumento funerario cuyo titular es ENRIQUE MAQUEDA.
RECURSO
POR LOS CAMINOS DE MAXIMIO SABÁ VICTORIA
María Adriana VICTORIA*
No conocí al “tío Maximio”, como solía referirse mi padre (Manuel José Victoria), a quie admiraba. Pero sí sé, de su pensamiento y obra, tanto por él, como por su propio hijo (Marcos) y otros educadores e historiadores, lo cual me permite, en parte, reconstruir su vida.
Nació en Villa Graneros, provincia de Tucumán, el 2 de diciembre de 1871, en “una aldea colorada” como lo señaló el propio Maximio[1], población cercana a La Cocha, antigua parada de carretas y diligencias que unían Córdoba a Tucumán. El llamado camino real, que conducía hacia Bolivia al norte y hacia Córdoba al sud. Hijo de Marcos y Tadea Correa, tuvo varios hermanos: Marcos, Agustina, Gerónima, Crecencia, Ofelia, Vidal, Rita, Rosa y el inseparable Manuel José (luego Ingeniero Civil, mi abuelo). Maximio falleció en Buenos Aires, el 24 de junio de 1.938.
Maximio Victoria, que de niño escuchó leer “Recuerdos de Provincia” de Sarmiento, supo leer y escribir antes de iniciar sus estudios primarios en Graneros, lo cual le sirvió para que, al ingresar en la escuela, lo ubicaran en el grado superior y fuera nombrado con el título de “monitor”, por el Maestro Pedro Etchevehere, nombramiento luego ratificado por el Consejo Provincial, desempeñándose como tal, “en una escuela lancasteriana de tipo criollo y, con un sueldo mensual, de diez pesos fuertes”[2], cuando tenía solo doce años, pero con la gravedad y la madurez de un hombre.
El precoz didacta, que de niño hacía de hermano y maestro, en 1884, cuando se aprobó la ley nacional n° 1420, descubrió su destino; encontró su vocación y, no le asustó, el “ser esclavo de sus propios ideales”. Lector asiduo de argentinos como Estevan Echeverría, José Mármol, Guido Spano, Bartolomé Mitre, Juan María Gutiérrez, Olegario Andrade o españoles como Gustavo Adolfo Bécquer y Ramón de Campoamor.
Ubicado en el pescante de la diligencia, al lado del cochero, partió de su natal Graneros, a la ciudad de Tucumán, en diciembre de 1883. Es que, quería ver con sus propios ojos, cómo era esa provincia, cuyo mapa había señalado a sus discípulos. Su destino, era la Escuela Normal de Tucumán, fundada por Avellaneda en 1875; escuela que más tarde dirigió Paul Groussac.
Para ingresar a dicha escuela, rindió con los programas redactados por Jorge A. Stearns, su fundador y, en 1884, fue admitido en el último grado de la escuela primaria, destacándose entre sus compañeros. En 1887, recibió el título de “maestro” y, por ser el mejor alumno, lo becaron para estudiar en la Escuela Normal de Paraná, de la provincia de Entre Ríos, donde obtuvo el título de “profesor”.
Para ello se trasladó en tren, en febrero de 1888, desde Tucumán hasta Rosario y, luego en el barquito “Aurora”, surcó el Paraná hasta la ciudad del mismo nombre, para así llegar a la Escuela, creada en 1870; escuela que inició “el proceso de institucionalización del normalismo en nuestro país”, ya que “hasta entonces los requisitos para acceder al ejercicio de la práctica eran inexistentes o de escasa capacitación”[3].
Por ese entonces, la Escuela Normal de Paraná[4], estaba bajo la Dirección del joven Alejandro Carbó, adonde rindió un examen oral y escrito de cuatro horas de duración, con un severo tribunal presidido por el propio Carbó, integrado por Leopoldo Herrera, Ernesto Bavio y la Srta. Amy Elizabeth Wales, ilustre pedagoga norteamericana, traída por Sarmiento. Luego, firmó el compromiso de la beca, cuyo estipendio se haría efectivo, después de iniciadas las clases, con el que también ayudó a su familia.
De Carbó, aprendió entre otras cosas, que no se puede enseñar moral, si no se es un ejemplo viviente de conducta moral. Y, con los textos de pedagogía de José MaríaTorres, Victoria aprobó los fundamentos del arte de enseñar.
Atrás dejó la Biblioteca, conferencias y actos públicos de la Sociedad Sarmiento su hogar espiritual, en Tucumán, con la lectura de “La Educación Popular “, “La Cautiva” y con los pasajes de “Facundo”, comprendió que la “tarea del educador se identifica con la entera vida del luchador”. Por ello se decía: “educar es luchar, luchar contra la ignorancia del niño o el analfabeto adulto; contra los prejuicios del populacho, contra la pobreza de los presupuestos, contra la cháchara circunstancial de los demagogos, fueran abogados, médicos o ingenieros cuando se meten a directores de educación y hablan sobre lo que ignoran……”[5].
Con los “Primeros Elementos de Educación” de Torres, Victoria, junto a otros compañeros (Víctor Mercante, Benicio López, Porfirio Rodríguez, Manuel Astrada, Juan Octavio Gauna), aprendió el arte de enseñar y que Jean J. Rousseau, Johann Friedrich Herbart, Johann H. Pestalozzi, Friedrich Fröebel y Horacio Mann, le habían facilitado el fundamento de tal doctrina. Las ideas de Torres, fueron decisivas en la formación del bagaje pedagógico del normalista adolescente. Así, la pedagogía de Torres y la “Educación Popular” de Sarmiento, se conjugaron en el alma del aprendiz, para acuñar su vocación”[6], a la par que leyó entre otras obras, las dos historias de Bartolomé Mitre, la de Manuel Belgrano y José de San Martín, “Las Bases” de Juan Bautista Alberdi, “Fuerza y Materia” de Luis Büchner, la obra de José Manuel Estrada.
Y, de la mano de su maestro Pedro Scalabrini, entró en el “positivismo” de Augusto Compte, al leer “Pholosophie Positive”, sin dejar de recurrir a la lectura de Imanuel Kant, Michel de Montaigne, François Rabelais, Jean-Jacques Rousseau, Jean Antoine Condorcet.
Victoria era delgado, erguido, alta frente, mediana estatura, voz varonil, reservado, parco en sus expresiones, alegre, seguro, modesto, discreto, extremadamente guardado; observador y reflexivo desde niño, interesado por todo, miraba sin pestañear, fuerte carácter, con el orgullo de hombre libre, tenía fe en su razón, sin temores contra la adversidad, en conflicto con la religión, de fulminante rapidez al adversario en la palabra. Siempre entendió que la “buena conciencia es la inflexible conciencia moral, brújula de su existencia”[7].
En 1890, ya con el título de “profesor”, con una carta de presentación de Carbó, ante un pedido del Director de la Escuela Normal de Santiago del Estero, llegó a la ciudad de Francisco de Aguirre. Pero, a pesar de sus antecedentes de alumno distinguido y títulos, el Director consideró que era demasiado joven (solo diecinueve años), para desempeñarse como “Regente”. Fue entonces cuando, las autoridades provinciales, que frecuentemente empleaban personal sin título, por no haber otro, llamaron a Victoria y le ofrecieron un cargo de “Vocal inspector”. Y esto le sirvió para recorrer la paupérrima campaña de Santiago, sin viáticos, caminos ni diligencias[8].
En el comienzo de 1891, al cambiar las autoridades de la Escuela Normal de Maestros, en Santiago del Estero, fue nombrado “Regente” y catedrático de “Práctica Pedagógica”, por lo que abandonó su agotador trabajo, para ser “formador de Maestros”. Junto a su condiscípulo Gauna, redobló su actividad a favor de la “Unión Cívica Radical” y, acompañado de otros, firmó el acta de fundación de la “Biblioteca Sarmiento”, en su condición de Presidente de la “Sociedad Literaria Coronel Borges”.
En Santiago, tuvo colaboradores y descubridores sostenedores en sus futuras empresas educativas[9]. Pero, un nuevo destino se abrió ante sí: Curuzú Cuatiá (Corrientes); así es que, en 1894, fue designado Director de la “Escuela Normal Popular” de Curuzu Cuatiá y el “positivismo” lo unió a Alfredo Ferreyra y, una vez mas, a Scalabrini.
En 1897, rindió el concurso de “Inspector General de Escuelas”, en Tucumán. Aprobó sin mayor esfuerzo, con un fallo por unanimidad, hizo honor a su actividad docente y cultura; luego fue designado “Regente” y “Profesor en la Escuela Normal”. Dictó conferencias sobre “Filosofía y Positivismo”, piedra de desencuentros con los sectores clericales, lo que le valió el calificativo de “masón”. Y en diciembre de 1897, fue exonerado por el entonces Ministro de Educación, por sus ideas[10].
A posterior, fue designado Regente en la Escuela Normal Mixta de Esperanza, Santa Fe y, en 1898, recibió un telegrama del Gobernador de la provincia de Santiago del Estero, Don Dámaso Palacios, quien le ofreció la Presidencia del Consejo General de Educación de la Provincia, adonde se desempeño hasta 1900. Y así, Victoria, junto a otros normalistas, presentó un "Plan de Estudios para las Escuelas Públicas de la Provincia de Santiago del Estero" (3 de enero de 1899). Con antelación Victoria, hizo lo propio, para la provincia de Tucumán, entre cuyos fundamentos se mencionaron los "resultados generales de la investigación pedagógica"[11]. Durante su gestión, en 1899, incorporó la primera mujer como vocal del citado organismo: Francisca Jacques, quien ejerció la vicepresidencia en algunos momentos[12].
La labor de Victoria en Tucumán, posibilitó que durante su desempeño, a cargo de la educación provincial, formara un núcleo de discípulos de Comte entre el magisterio y, la de su discípulo Ramón Carrillo, que estaba consolidando otro núcleo entre los maestros santiagueños. Sin olvidarse de los correligionarios de Paraná, en donde las enseñanzas de Comte, eran difundidas en la Escuela normal.
Dirigió la escuela Normal de Paraná (1906 - 1924)[13], escuela pionera del “normalismo argentino” y en 1915, como Director, encabezó la oposición al “catolicismo social” como “normalismo laico”[14], [15].
Creada la Facultad de Ciencias Económicas y Educacionales de la Universidad del Litoral, fue designado en 1920, en las cátedras de “Pedagogía” e “Historia de la Educación” y, en 1931, nombrado interventor[16] de dicha Facultad.
Además, se desempeñó como “Inspector General de escuelas”, en la provincia de Buenos Aires, donde implantó el concurso profesional e introdujo nuevos métodos e ideas. Presidió el Consejo Escolar n° 11, en la Capital Federal.
Fue uno de los defensores de la escuela pública argentina y el más valiente defensor. Por ella, por la escuela laica, libre de dogmas e influencias políticas, luchó toda su vida.
Creó escuelas en todo el país. Actualmente, llevan su nombre diversas escuelas en Argentina[17] y, también hay calles que lo recuerdan[18].
Fue un visionario educador, que allá por el año 1.900, creó una escuela de oficios, con la idea de dar salida laboral, a un sector de la población.
Perteneció a la pléyade de insignes educadores que, aun sustentando postulados que, por su disparidad, colisionaban – Amadea Jacques, Onésimo Leguizamón, Osvaldo Magnasco, Pedro Goyena, Miguel Navarro Viola, entre tantos - brindaron una batalla enaltecedora en la época que, sin dudas, se puede calificar como la “edad de oro” de la instrucción pública en nuestro país. Y no obligados por ninguna ley ni reglamento, sino sólo guiados por el “eros pedagógico”, diseminaron ética y saberes, en la totalidad del suelo patrio[19].
Ensayista y educador, de tendencia “positivista”[20]. Autor de diversas obras, guardadas en la Biblioteca Nacional de Maestros, entre otras: 1) Las grandes vidas: Augusto Comte (1898). Tucumán: Imprenta y Encuadernación “La Argentina” de Pérez y Alca. 2) Orientaciones de la educación argentina (1907). EN: Archivos de pedagogía y ciencias afines. Tomo 2. Buenos Aires: Talleres de la Casa Jacobo Peuser, pp. 248-256; 3) El gobierno de las escuelas normales EN: Archivos de pedagogía y ciencias afines. (1912). Tomo 10. Buenos Aires: Talleres de la Casa Jacobo Peuser, pp. 113-130; 4) ALVAREZ, Agustín. VICTORIA, Maximio S. (1917) Educación moral: tres repiques. La cultura Argentina. 5) Análisis positivo de la plegaria (1930). 6) Los orígenes del catolicismo y de la eucaristía. (1936). Editor: Talleres gráficos La Vanguardia. También prologó y tradujo del francés diversas obras[21].
En Argentina, el “positivismo” influyó poderosamente[22] y, fue visto, como un “instrumento de orden, constructivo”[23]. Victoria, desarrolló una acción progresista, en emprendimientos comunes, con los socialistas tucumanos, razón que le valió la referida exoneración, de la Dirección de Escuelas de Tucumán.
El mandato de la Ley de Educación del 3 de octubre de 1887, en Santiago del Estero, preveía la redacción de una revista "de espíritu amplio", dirigida al personal de enseñanza[24]. A solicitud de Victoria, por ese entonces “Director General de Escuelas” de dicha provincia, conforme a lo dispuesto, en sesión del 6 de diciembre de 1898, el Consejo General de Educación, autorizó la solicitud, fundándose la “Revista Anales de Educación”, como órgano del Consejo"[25].
La mencionada revista se publicó entre febrero de 1899 y diciembre de l900, fueron quince números, con una periodicidad irregular, a veces mensual, bimestral, cuatrimestral, de distribución gratuita, para el personal docente y comisiones escolares de la provincia y, debía incorporarse como colección al Archivo de las escuelas.
En la Memoria de la Dirección General de Escuelas (1898-1900), Victoria da cuenta de la fundación de “Los Anales”, como una revista "de informaciones y de propaganda...que ha aparecido durante dos años- habiéndosela suprimido en el año en curso (1901), por haberse suprimido del Presupuesto la partida de Impresiones"[26].
En dichos Anales, con visible optimismo el Director Victoria enunció, entre los "Propósitos" de la publicación, el trabajo en pos de "coordinar los elementos sociológicos del Estado: religión, gobierno, educación, familia, territorio, lengua, industrias y comercio" y, lanzó una convocatoria a los hombres de buena voluntad, para que a través de este medio difundan: "la ciencia útil, la virtud real, las ocupaciones honestas, el arte excelso"[27], [28], [29].
En el marco del surgimiento y consolidación de políticas públicas de educación, que en el discurso se expresaban como de Instrucción Pública, la gestión 1898-1901, llevó a cabo un proceso de reforma normativo, del currículo, de jerarquización de las escuelas, de profesionalización del personal docente, de edificación escolar, que significaron cambios en el largo proceso de escolarización, iniciado unas décadas antes.
Desde una perspectiva crítica se ha considerado a “Los Anales de la Educación”, como difusora del "orden normalizador", propiciado por el Estado, con una función “homogeneizadora y de disciplinamiento”, de quienes se transformarían en agentes de un Estado, que modelaba de esta forma a los servidores públicos[30].
La iniciativa del grupo que acompañó la gestión de Victoria, al frente del Consejo de Educación, y que se plasmó en la revista referida, incorporó a Santiago del Estero, a un movimiento de reforma de la educación, extendiéndose por otras provincias.
Los redactores se consideraban reformadores, y concordaron en sus discursos, en la necesidad de transformar una realidad educativa que oponía grandes obstáculos a sus proyectos. Por un lado, otorgaron preeminencia a la sección oficial, con su voluminosa documentación, que trasuntaba la voluntad de formar un cuerpo técnico, con conocimiento de las leyes, reglamentaciones y resoluciones, por otro lado, la publicidad de los actos de gobierno se relacionaba con el ideal republicano, de conformar ciudadanos partícipes de la cosa pública.
Se destaca la reforma de la ley de educación y de la ley de renta escolar, la sanción de un nuevo Reglamento General de Escuelas y el Plan de estudios primarios. "El impulso educacional era estimulado por el Consejo de Educación bajo la presidencia del profesor Maximio S. Victoria" y así, la cuestión educativa estaba imbuida por el “positivismo liberal”[31].
Por otra parte, entre junio y diciembre de ese 1898, vió la luz la revista “La Filosofía Positiva”, dirigida por Margarita Praxedes Muñoz y, con la participación de destacados colaboradores nacionales y extranjeros. Entre los primeros, el propio Victoria, Enrique de Santa Olalla, Felipe Senillosa, Luis Mohr, José Ingenieros, Alfredo Palacios y otros. Entre los extranjeros, referentes positivistas como los franceses Juan Francisco Robinet, Ernesto Delbet y Paul Ritti y el chileno Juan Lagarrigue. En su breve, pero intensa vida, esta revista, fue la caja de resonancia de una serie de procesos políticos nacionales e internacionales [32].
Otra Revista en la que Victoria colaboró fue “Estímulo y defensa”, cuyo primer número salió a la calle el 15 de abril de 1903 y logró publicar cuarenta y seis números. Se presentó como una revista quincenal, órgano de la “Sociedad Magisterio Santiagueño”, que con su imprenta propia y con ayuda de suscripciones y publicidad vivió, de 1903 a 1905[33].
“Estímulo y Defensa”, reprodujo conferencias pronunciadas en centros liberales por Maximio Victoria y Alfredo Ferreira, que versaron sobre el positivismo comteano matizado con la aristocracia del espíritu, el culto a los héroes y los ideales de Carlyle y Guyau, sin perder de vista a Charles Darwin y a Herbart Spencer. La revista fue un importante pasador de posiciones ideológicas y literarias, correspondientes al centenario, donde positivismo y nacionalismo se cruzan, en una propuesta escrita, que reforzó las conferencias desplegadas por la Sociedad del Magisterio[34].
Fue fecunda, laboriosa y patriótica la pluma y la vida de Maximio Victoria. Abrió nuevos rumbos y señaló nuevas vías a la educación de la niñez y la juventud argentinas[35]. Por sobre todas las cosas, fue un honesto docente por vocación, consecuente con sus pensamientos y creencias, anteponiendo el bien común de la sociedad.
Pero, todo eso no pudo haberlo hecho solo. Ello fue posible, gracias a su esposa, con quien se casó el 8 de abril de 1899, compañera de toda su vida: Rita Latallada de Victoria, considerada fundadora de los jardines de infantes en Argentina, figura emblemática de la educación inicial en el país. Mujer dotada de una personalidad excepcional, según los biógrafos[36], con quien tuvo 3 hijas mujeres (María Laura, Nické y Rita) y dos varones. De estos últimos, Marcos, médico psiquiatra, radicado en Buenos Aires, ensayista, profesor universitario, de proficua labor y Virgilio, médico oculista, profesor universitario, radicado en Tucumán, luego en Buenos Aires.
Maximio Victoria, fue el “documento viviente de la liberación de una conciencia y de la lucha de toda una vida por enseñar a liberarse a sus conciudadanos”, de lo cual deriva su “valor cívico y su irrefutable valor moral”[37].
Por ello, la elección de su nombre para el sitial que ocupo en la Academia de Ciencias y Artes de Santiago del Estero, ya que Maximio Sabá Victoria, para mí, más allá de los lazos de sangre que me unen, como para muchos otros, fue un ejemplo de vida, con sus aciertos y errores, como todo hombre, pero consecuente con sus ideas. Vivió como pensó, predicó y enseñó. Así murió, dejando su ejemplo y enseñanzas, por los polvorientos y, a veces, olvidados caminos de la geografía argentina.
*Doctora en Ciencias Jurídicas y Sociales. Académica de número de la Academia de Ciencias y Artes de la provincia de Santiago del Estero. Académica correspondiente de la Academia de Derecho y Ciencias Sociales de Córdoba, Argentina. Docente investigadora de las Universidades Nacional y Católica de Santiago del Estero. Ex Directora de Proyectos de Investigación del CONICET. Miembro del Comité Científico de la Unión Mundial de Agraristas Universitarios (Italia). Miembro del Comité Ejecutivo del Comité Americano de Derecho Agrario y del Instituto Argentino de Derecho Agrario. E mail: mariaadrianavictoria@gmail.com




Monday, April 29, 2024

JOSÉ Y VICENTE GALVANISI. El Racionalismo y el funcionalismo aplicado a la arquitectura funeraria.

JOSÉ Y VICENTE GALVANISI. El Racionalismo y el funcionalismo aplicado a la arquitectura funeraria.

Fotos personales tomadas el 29 de enero de 2024
Si bien hay en este monumento funerario elementos que me hacen pensar que su frente no es contemporáneo de los elementos que vemos en su interior o las letras en mármol de la cartela, me inclino a pensar que es una arquitectura RACIONALISTA cuyo origen en el tiempo como geográfico es complicado de precisar. Aparentemente es la confluencia de varios movimientos diferentes. Una de las características de este estilo y tal como lo vemos en este ejemplar es la funcionalidad de los elementos y del lenguaje. Todas formas geométricas simples y armónicas. Renuncia a la ornamentación y uso de materiales como el hormigo, cristal, metales. No es un estilo homogéneo sino que es la aplicación del razonamiento al uso que se le iba a dar a la construcción. Detrás de este estilo arquitectónico subyace la mentalidad de la confianza en el progreso y como expresión de modernidad. Apoyo en la producción industrial. Algunos proponen interpretar este estilo como una unión en la arquitectura como herramienta de conciliación entre una mentalidad tecnológica moderna con un compromiso social. Una de las posibles subdivisiones que nos ayudan a comprender este movimiento es el FUNCIONALISMO, es decir que toda la estética y el lenguaje simbólico se subordina a su función y la optimización de los recursos y elementos empleados. El interior de esta bóveda nos hace sospechar de una construcción preexistente. El crucifijo y el busto que vemos apoyado en el piso nos hace pensar en otro estilo totalmente diferente al frente con esa gran puerta de vidrio que permite que la mirada del paseante incluya sin diferenciación el afuera como el adentro mental de este lenguaje. El principal elemento decorativo es justamente la ausencia de todo elemento estético tal como lo vemos en el frente pero que el interior expresa otros principios y criterios. En la única placa conmemorativa que vemos en este frente se puede leer. "El Directorio del Banco Familiar a su digno Director VICENTE GALVANISI. 3 junio 1914". No hemos encontrado información sobre este banco y sobre los titulares de este monumento funerario. 





HERRAMIENTAS PARA UNA MIRADA CRÍTICA.

 HERRAMIENTAS PARA UNA MIRADA CRÍTICA.

Al ingresar a forma parte de esta comunidad de estudio e investigación es importante que conozcan el objetivo que subyace detrás de cada posteo. En primer lugar la intención es crear una mirada critica y personal en cada uno de los miembros de este grupo para que no acepten todo lo que escuche en forma inocente. Brindar los elementos biográficos que podemos encontrar, analizar los estilos arquitectónicos intentando discernir su motivación, mirar cada escultura o placa conmemorativa tratando de encontrar su mensaje, descifrar el misterioso y complejo lenguaje simbólico para que la mirada de todas y todos sea más documentado y no mera opinión.: [La imagen que acompaña este saludo pertenece a una placa conmemorativa dedicada a VICENTE LORENZUTTI] 


Sunday, April 28, 2024

DOMINGO DE OLIVERRA BARAHONA. Esclarecido patriota: sirvió a su país.

DOMINGO DE OLIVERA BARAHONA. Esclarecido patriota: sirvió a su país.

Fotos personales tomadas el 29 de enero de 2024
En esta placa conmemorativa podemos leer: "DOMINGO OLIVERA. Esclarecido patriota: sirvió a al país desde 1813. Colaboró con los gobiernos de Martín Rodríguez y Bernardino Rivadavia. Redactor del Argos. Presidente en 1852 de la H. Sala de Representantes de Buenos Aires. Senador en 1855. Pioner rural: formó con sus hijos el Merino Argentino. Legando a los suyos nombre y fortuna amasada en dura lucha con el agro. Sus descendientes rinden con este bronce homenaje a sus virtudes. 1952". Domingo Olivera nació el 19 de octubre de 1798 en Ambato, Ecuador y falleció el 3 de mayo de 1866 en la Ciudad de Buenos Aires. Es una familia que aparentemente tiene un escudo por su linaje relacionado con la nobleza española.
RECURSO.
LA FAMILIA OLIVERA Y LA CASONA DE PARQUE AVELLANEDA
(En Círculo de la Historia)
La “Casona de Olivera”, actualmente un centro cultural ubicado dentro del porteño Parque Avellaneda, tuvo durante su historia tan diversos usos como profesiones desarrolladas por el dueño que le dio nombre.
Domingo Olivera nació en la ciudad de Ambato, en Ecuador y siendo muy joven viajó a la Argentina junto con su padre. En 1811 se instalaron en Salta y dos años más tarde se radicaron definitivamente en Buenos Aires. A lo largo de su vida Domingo fue periodista, juez de paz, hombre de campo y político. El apellido estaba vinculado con la nobleza española. También la esposa de Domingo, Dolores Piriz y Olaguer Feliú, tenía apellido de origen real.
(...)
De los Olivera descendieron más de 25 familias, muchas de las cuales conservan el apellido original junto con el de los respectivos apellidos políticos. Entre los bisnietos y tataranietos de Domingo, aún se recuerda su origen real en estos días. Don Domingo, como lo llama su tataranieto Carlos, inicia su actuación pública cuando todavía no había cumplido sus 16 años.
Por recomendación de Hipólito Vieytes, comienza trabajando como empleado de Intendencia de Policía, bajo la dirección de Gervasio Antonio de Posadas. Manejaba a la perfección tres idiomas además del español: el latín, el francés y el inglés. Formó parte de la Sociedad Literaria. Siendo ya un hombre de letras, el 21 de abril de 1819, es nombrado Oficial de Número del Ministerio de Hacienda. Trabajó como periodista en los diarios El Censor y El Centinela, fue integrante de la redacción de El Mensajero Argentino junto a Juan Cruz Varela, Valentín Alsina y otros.
Unos años más tarde, junto a su padre, solía frecuentar el salón de los De Luca –donde se cantó por primera vez el Himno Nacional–. En esas reuniones se los veía también a San Martín, Rivadavia, Pueyrredón y Guido. El Ministro de Gobierno de Martín Rodríguez, Bernardino Rivadavia, nombra a Domingo Olivera Secretario de la Delegación enviada a Chile y Perú para liquidar deudas por los gastos efectuados en las campañas libertadoras. Ya de vuelta en Buenos Aires, en marzo de 1923, Rivadavia lo designa responsable de los aspectos financieros para la creación de la Sociedad de Beneficencia. Dos días después de que Bernardino Rivadavia es elegido Presidente de la nación, nombra a Domingo Olivera: Oficial Mayor del Ministerio de Negocios Extranjeros. Un año después, en 1827, asume como Director y Administrador de la Caja de Ahorros, junto a Vicente López y Planes y Santiago Wilde. Al mismo tiempo es nombrado Oficial Mayor del Ministerio de Guerra. Ese mismo año, hace una presentación al Gobierno del “Reglamento para Orden y Estudio de la Universidad de Buenos Aires”.
Cuando tenía 30 años se opuso a la revolución contra Dorrego, que finalmente lo depuso como Gobernador de Buenos Aires y ordenó su fusilamiento. Esos actos hicieron que Don Domingo abandonara la política. Se vuelca entonces por completo a las tareas rurales junto a su familia en la finca que había adquirido. Comienza por arrendar la chacra “Los Remedios”, donde establece un tambo y molino de trigo. También formó parte del diseño de la creación de la Escuela de Agricultura. Los Remedios, a mediados de 1700, era un hogar de niñas pertenecientes a la hermandad de la Santa Caridad. Luego la hermandad dejó de ser religiosa y la Sociedad de Beneficencia se hizo cargo del lugar. A ella, Domingo Olivera les compra no sólo la casa sino los alrededores de la finca.
Los Olivera adquieren además un campo en la Cañada de las Piedras, cerca de Chascomús, en donde Domingo emprende el mejoramiento del ganado ovino. Los Olivera dieron origen a los Rambouillet Argentino, antecedente del Merino Argentino.
En Buenos Aires nacieron sus nueve hijos. En realidad tuvo 10 en total, pero el primogénito fue extramatrimonial. El pequeño Benjamín muere a los 14 años. Sus hijos mayores, Eduardo (nacido en 1827), Pablo (1828), Luis (1830) y Nicanor (1832) también siguieron los pasos de su padre en cuanto al campo y a la función pública. Eduardo Olivera fue uno de los fundadores de la Sociedad Rural Argentina.
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El valor que Domingo le daba a la familia, se trasladó a sus nietos y se mantiene en las más de 25 familias que formaron sus descendientes. Carlos Domingo Olivera comparte una carta manuscrita de Nicanor a su hermano Eduardo, escrita en la finca Los Remedios, en 1879.
“Querido Eduardo: Te remito los muebles que me pides. M.A. (Se refiere a su mujer Maria Antonia Ramos Mejía) me encarga te diga que le hace muy mal efecto el que lleves los muebles porque le da la idea que no vas a venir más por aquí, aunque yo estoy bien persuadido de que no sucederá pero no dejé de recibir impresión desagradable al leer tu carta, esto no es sino el amor de hermanos que en honor de nuestros padres los conservaremos toda la vida quiera Dios que las familias que criamos nos segunden. Deseándote toda clase de felicidad en tu nueva morada te saluda en el nombre de todos tu affmo. Hermano. Nicanor Olivera”
Ya como propietario de la finca, su tataranieto recuerda una anécdota que tuvo a Don Domingo y a Juan Manuel de Rosas como protagonistas. Era 1836 y le avisan a Domingo que el Gobernador de Buenos Aires, Juan Manuel de Rosas, se encontraba en Los Remedios con el objetivo de detener a lecheros que no llevaran la divisa federal bien colocada sobre el pecho, tal como había ordenado. Entonces, Domingo se vistió con ropa usada y raída y se dirigió al lugar en donde estaba Rosas. El Gobernador conocía a Olivera de la época en que el dueño de la finca había servido bajo la presidencia de Rivadavia, así que enseguida lo reconoció, a pesar de la manera de vestirse de Domingo. Rosas se encontraba rodeado de la alta sociedad de San José de Flores, para sorpresa de todos, se levantó, corrió a abrazar a Domingo y les dijo a todos:“Tengo el honor de presentarles a mi amigo Don Domingo Olivera a quien estimo mucho, sintiendo no poder presentar a un federal neto como desearía, sino a un salvaje unitario, pero incapaz de hacer mal a nuestra santa causa, se los recomiendo muy especialmente y les ordeno lo respeten porque ha hecho grandes servicios al país”. Luego, dirigiéndose a Domingo y felicitándolo por el cambio de vestuario le dice: “usted es un salvaje unitario, pero bueno como pocos y eso basta”.
Don Domingo le ofrece a Rosas trasladarse al casco de la estancia, pero finalmente Rosas se retira del lugar por la tarde. Después de la batalla de Caseros, Olivera quiso ofrecer nuevamente sus servicios al Gobierno de Buenos Aires, pero como no estaba del todo decidido a volver a la política, sólo aceptó el cargo de Juez de Paz del Partido de San José de Flores. Sin embargo, estuvo en ese cargo hasta el 29 de abril de 1852, cuando renuncia para incorporarse a la Cámara de Representantes de la Ciudad de Buenos Aires. Fue presidente de la misma cuando el General Pinto era Gobernador de la Provincia.
En 1859 junto a Félix Frías, Vicente Fidel López, Marcelino Ugarte y Miguel Cané fundan el Partido Conservador y el diario” La Patria”, ambos de muy corta duración. Definitivamente se aleja de la función pública y vuelve a sus intereses personales. En los campos realizaría diversas plantaciones. Treinta años más tarde, el edificio fue utilizado como cuartel general y hospital de campaña para las fuerzas del coronel Hilario Lagos, quien avanzó sobre la ciudad de Buenos Aires para ponerle sitio, luego de la revolución unitaria del 11 de setiembre que rechazó el acuerdo de San Nicolás.
Domingo muere en 1866.
El casco de la estancia fue también escuela ya que dos veces en su historia cobijó a establecimientos educativos: en primer lugar vio nacer a la escuela técnica Casal Calviño (en 1946, durante el tiempo que tomó la construcción de su edificio actual sobre la calle Lacarra a metros del Parque Avellaneda) y luego a la escuela de aprendices "Manuel Belgrano".
El parque fue abierto al público en 1914 con el nombre de Domingo Olivera. Luego de que la Municipalidad le comprara 50 hectáreas a los Olivera dos años antes. En 1916, cambia su nombre por el actual Parque Presidente Nicolás Avellaneda.
La Casona estuvo cerrada al público hasta que finalmente abrió sus puertas en 1989, pero fue en el año 2000 cuando surgió como Centro Cultural, inaugurado por el jefe de Gobierno de ese entonces, Enrique Olivera, bisnieto de Domingo.




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