martes, 30 de abril de 2024

MAXIMIO SABÁ VICTORIA. Esclavo de sus propios ideales.

MAXIMIO SABÁ VICTORIA. Esclavo de sus propios ideales.

Fotos personales tomadas el 29 de enero de 2024.
El Cementerio de la Recoleta tiene que estar muy orgulloso y asumir la responsabilidad de ser un custodio activo de la memoria de quienes construyeron las estructuras fundamentales de la educación pública en Argentina. Recorrer la vida y las propuestas de este docente reconstruye ante nosotros la epopeya de la construcción de un país que se coloca a la vanguardia de los procesos educativos y de la formación de docentes de excelencia. En esta simple placa que nos introduce en la vida de esta personalidad podemos leer: "Maestro. Poeta. Filosofo. MÁXIMIO S. VICTORIA. 2 diciembre 1871 24 junio 1938. Asociación 'Leopoldo Herrera' Ex alumnos de la Escuela Normal de Paraná". Recomiendo leer en su totalidad el estudio que se comparte en los Recursos. Esta placa se encuentra en el frente del monumento funerario cuyo titular es ENRIQUE MAQUEDA.
RECURSO
POR LOS CAMINOS DE MAXIMIO SABÁ VICTORIA
María Adriana VICTORIA*
No conocí al “tío Maximio”, como solía referirse mi padre (Manuel José Victoria), a quie admiraba. Pero sí sé, de su pensamiento y obra, tanto por él, como por su propio hijo (Marcos) y otros educadores e historiadores, lo cual me permite, en parte, reconstruir su vida.
Nació en Villa Graneros, provincia de Tucumán, el 2 de diciembre de 1871, en “una aldea colorada” como lo señaló el propio Maximio[1], población cercana a La Cocha, antigua parada de carretas y diligencias que unían Córdoba a Tucumán. El llamado camino real, que conducía hacia Bolivia al norte y hacia Córdoba al sud. Hijo de Marcos y Tadea Correa, tuvo varios hermanos: Marcos, Agustina, Gerónima, Crecencia, Ofelia, Vidal, Rita, Rosa y el inseparable Manuel José (luego Ingeniero Civil, mi abuelo). Maximio falleció en Buenos Aires, el 24 de junio de 1.938.
Maximio Victoria, que de niño escuchó leer “Recuerdos de Provincia” de Sarmiento, supo leer y escribir antes de iniciar sus estudios primarios en Graneros, lo cual le sirvió para que, al ingresar en la escuela, lo ubicaran en el grado superior y fuera nombrado con el título de “monitor”, por el Maestro Pedro Etchevehere, nombramiento luego ratificado por el Consejo Provincial, desempeñándose como tal, “en una escuela lancasteriana de tipo criollo y, con un sueldo mensual, de diez pesos fuertes”[2], cuando tenía solo doce años, pero con la gravedad y la madurez de un hombre.
El precoz didacta, que de niño hacía de hermano y maestro, en 1884, cuando se aprobó la ley nacional n° 1420, descubrió su destino; encontró su vocación y, no le asustó, el “ser esclavo de sus propios ideales”. Lector asiduo de argentinos como Estevan Echeverría, José Mármol, Guido Spano, Bartolomé Mitre, Juan María Gutiérrez, Olegario Andrade o españoles como Gustavo Adolfo Bécquer y Ramón de Campoamor.
Ubicado en el pescante de la diligencia, al lado del cochero, partió de su natal Graneros, a la ciudad de Tucumán, en diciembre de 1883. Es que, quería ver con sus propios ojos, cómo era esa provincia, cuyo mapa había señalado a sus discípulos. Su destino, era la Escuela Normal de Tucumán, fundada por Avellaneda en 1875; escuela que más tarde dirigió Paul Groussac.
Para ingresar a dicha escuela, rindió con los programas redactados por Jorge A. Stearns, su fundador y, en 1884, fue admitido en el último grado de la escuela primaria, destacándose entre sus compañeros. En 1887, recibió el título de “maestro” y, por ser el mejor alumno, lo becaron para estudiar en la Escuela Normal de Paraná, de la provincia de Entre Ríos, donde obtuvo el título de “profesor”.
Para ello se trasladó en tren, en febrero de 1888, desde Tucumán hasta Rosario y, luego en el barquito “Aurora”, surcó el Paraná hasta la ciudad del mismo nombre, para así llegar a la Escuela, creada en 1870; escuela que inició “el proceso de institucionalización del normalismo en nuestro país”, ya que “hasta entonces los requisitos para acceder al ejercicio de la práctica eran inexistentes o de escasa capacitación”[3].
Por ese entonces, la Escuela Normal de Paraná[4], estaba bajo la Dirección del joven Alejandro Carbó, adonde rindió un examen oral y escrito de cuatro horas de duración, con un severo tribunal presidido por el propio Carbó, integrado por Leopoldo Herrera, Ernesto Bavio y la Srta. Amy Elizabeth Wales, ilustre pedagoga norteamericana, traída por Sarmiento. Luego, firmó el compromiso de la beca, cuyo estipendio se haría efectivo, después de iniciadas las clases, con el que también ayudó a su familia.
De Carbó, aprendió entre otras cosas, que no se puede enseñar moral, si no se es un ejemplo viviente de conducta moral. Y, con los textos de pedagogía de José MaríaTorres, Victoria aprobó los fundamentos del arte de enseñar.
Atrás dejó la Biblioteca, conferencias y actos públicos de la Sociedad Sarmiento su hogar espiritual, en Tucumán, con la lectura de “La Educación Popular “, “La Cautiva” y con los pasajes de “Facundo”, comprendió que la “tarea del educador se identifica con la entera vida del luchador”. Por ello se decía: “educar es luchar, luchar contra la ignorancia del niño o el analfabeto adulto; contra los prejuicios del populacho, contra la pobreza de los presupuestos, contra la cháchara circunstancial de los demagogos, fueran abogados, médicos o ingenieros cuando se meten a directores de educación y hablan sobre lo que ignoran……”[5].
Con los “Primeros Elementos de Educación” de Torres, Victoria, junto a otros compañeros (Víctor Mercante, Benicio López, Porfirio Rodríguez, Manuel Astrada, Juan Octavio Gauna), aprendió el arte de enseñar y que Jean J. Rousseau, Johann Friedrich Herbart, Johann H. Pestalozzi, Friedrich Fröebel y Horacio Mann, le habían facilitado el fundamento de tal doctrina. Las ideas de Torres, fueron decisivas en la formación del bagaje pedagógico del normalista adolescente. Así, la pedagogía de Torres y la “Educación Popular” de Sarmiento, se conjugaron en el alma del aprendiz, para acuñar su vocación”[6], a la par que leyó entre otras obras, las dos historias de Bartolomé Mitre, la de Manuel Belgrano y José de San Martín, “Las Bases” de Juan Bautista Alberdi, “Fuerza y Materia” de Luis Büchner, la obra de José Manuel Estrada.
Y, de la mano de su maestro Pedro Scalabrini, entró en el “positivismo” de Augusto Compte, al leer “Pholosophie Positive”, sin dejar de recurrir a la lectura de Imanuel Kant, Michel de Montaigne, François Rabelais, Jean-Jacques Rousseau, Jean Antoine Condorcet.
Victoria era delgado, erguido, alta frente, mediana estatura, voz varonil, reservado, parco en sus expresiones, alegre, seguro, modesto, discreto, extremadamente guardado; observador y reflexivo desde niño, interesado por todo, miraba sin pestañear, fuerte carácter, con el orgullo de hombre libre, tenía fe en su razón, sin temores contra la adversidad, en conflicto con la religión, de fulminante rapidez al adversario en la palabra. Siempre entendió que la “buena conciencia es la inflexible conciencia moral, brújula de su existencia”[7].
En 1890, ya con el título de “profesor”, con una carta de presentación de Carbó, ante un pedido del Director de la Escuela Normal de Santiago del Estero, llegó a la ciudad de Francisco de Aguirre. Pero, a pesar de sus antecedentes de alumno distinguido y títulos, el Director consideró que era demasiado joven (solo diecinueve años), para desempeñarse como “Regente”. Fue entonces cuando, las autoridades provinciales, que frecuentemente empleaban personal sin título, por no haber otro, llamaron a Victoria y le ofrecieron un cargo de “Vocal inspector”. Y esto le sirvió para recorrer la paupérrima campaña de Santiago, sin viáticos, caminos ni diligencias[8].
En el comienzo de 1891, al cambiar las autoridades de la Escuela Normal de Maestros, en Santiago del Estero, fue nombrado “Regente” y catedrático de “Práctica Pedagógica”, por lo que abandonó su agotador trabajo, para ser “formador de Maestros”. Junto a su condiscípulo Gauna, redobló su actividad a favor de la “Unión Cívica Radical” y, acompañado de otros, firmó el acta de fundación de la “Biblioteca Sarmiento”, en su condición de Presidente de la “Sociedad Literaria Coronel Borges”.
En Santiago, tuvo colaboradores y descubridores sostenedores en sus futuras empresas educativas[9]. Pero, un nuevo destino se abrió ante sí: Curuzú Cuatiá (Corrientes); así es que, en 1894, fue designado Director de la “Escuela Normal Popular” de Curuzu Cuatiá y el “positivismo” lo unió a Alfredo Ferreyra y, una vez mas, a Scalabrini.
En 1897, rindió el concurso de “Inspector General de Escuelas”, en Tucumán. Aprobó sin mayor esfuerzo, con un fallo por unanimidad, hizo honor a su actividad docente y cultura; luego fue designado “Regente” y “Profesor en la Escuela Normal”. Dictó conferencias sobre “Filosofía y Positivismo”, piedra de desencuentros con los sectores clericales, lo que le valió el calificativo de “masón”. Y en diciembre de 1897, fue exonerado por el entonces Ministro de Educación, por sus ideas[10].
A posterior, fue designado Regente en la Escuela Normal Mixta de Esperanza, Santa Fe y, en 1898, recibió un telegrama del Gobernador de la provincia de Santiago del Estero, Don Dámaso Palacios, quien le ofreció la Presidencia del Consejo General de Educación de la Provincia, adonde se desempeño hasta 1900. Y así, Victoria, junto a otros normalistas, presentó un "Plan de Estudios para las Escuelas Públicas de la Provincia de Santiago del Estero" (3 de enero de 1899). Con antelación Victoria, hizo lo propio, para la provincia de Tucumán, entre cuyos fundamentos se mencionaron los "resultados generales de la investigación pedagógica"[11]. Durante su gestión, en 1899, incorporó la primera mujer como vocal del citado organismo: Francisca Jacques, quien ejerció la vicepresidencia en algunos momentos[12].
La labor de Victoria en Tucumán, posibilitó que durante su desempeño, a cargo de la educación provincial, formara un núcleo de discípulos de Comte entre el magisterio y, la de su discípulo Ramón Carrillo, que estaba consolidando otro núcleo entre los maestros santiagueños. Sin olvidarse de los correligionarios de Paraná, en donde las enseñanzas de Comte, eran difundidas en la Escuela normal.
Dirigió la escuela Normal de Paraná (1906 - 1924)[13], escuela pionera del “normalismo argentino” y en 1915, como Director, encabezó la oposición al “catolicismo social” como “normalismo laico”[14], [15].
Creada la Facultad de Ciencias Económicas y Educacionales de la Universidad del Litoral, fue designado en 1920, en las cátedras de “Pedagogía” e “Historia de la Educación” y, en 1931, nombrado interventor[16] de dicha Facultad.
Además, se desempeñó como “Inspector General de escuelas”, en la provincia de Buenos Aires, donde implantó el concurso profesional e introdujo nuevos métodos e ideas. Presidió el Consejo Escolar n° 11, en la Capital Federal.
Fue uno de los defensores de la escuela pública argentina y el más valiente defensor. Por ella, por la escuela laica, libre de dogmas e influencias políticas, luchó toda su vida.
Creó escuelas en todo el país. Actualmente, llevan su nombre diversas escuelas en Argentina[17] y, también hay calles que lo recuerdan[18].
Fue un visionario educador, que allá por el año 1.900, creó una escuela de oficios, con la idea de dar salida laboral, a un sector de la población.
Perteneció a la pléyade de insignes educadores que, aun sustentando postulados que, por su disparidad, colisionaban – Amadea Jacques, Onésimo Leguizamón, Osvaldo Magnasco, Pedro Goyena, Miguel Navarro Viola, entre tantos - brindaron una batalla enaltecedora en la época que, sin dudas, se puede calificar como la “edad de oro” de la instrucción pública en nuestro país. Y no obligados por ninguna ley ni reglamento, sino sólo guiados por el “eros pedagógico”, diseminaron ética y saberes, en la totalidad del suelo patrio[19].
Ensayista y educador, de tendencia “positivista”[20]. Autor de diversas obras, guardadas en la Biblioteca Nacional de Maestros, entre otras: 1) Las grandes vidas: Augusto Comte (1898). Tucumán: Imprenta y Encuadernación “La Argentina” de Pérez y Alca. 2) Orientaciones de la educación argentina (1907). EN: Archivos de pedagogía y ciencias afines. Tomo 2. Buenos Aires: Talleres de la Casa Jacobo Peuser, pp. 248-256; 3) El gobierno de las escuelas normales EN: Archivos de pedagogía y ciencias afines. (1912). Tomo 10. Buenos Aires: Talleres de la Casa Jacobo Peuser, pp. 113-130; 4) ALVAREZ, Agustín. VICTORIA, Maximio S. (1917) Educación moral: tres repiques. La cultura Argentina. 5) Análisis positivo de la plegaria (1930). 6) Los orígenes del catolicismo y de la eucaristía. (1936). Editor: Talleres gráficos La Vanguardia. También prologó y tradujo del francés diversas obras[21].
En Argentina, el “positivismo” influyó poderosamente[22] y, fue visto, como un “instrumento de orden, constructivo”[23]. Victoria, desarrolló una acción progresista, en emprendimientos comunes, con los socialistas tucumanos, razón que le valió la referida exoneración, de la Dirección de Escuelas de Tucumán.
El mandato de la Ley de Educación del 3 de octubre de 1887, en Santiago del Estero, preveía la redacción de una revista "de espíritu amplio", dirigida al personal de enseñanza[24]. A solicitud de Victoria, por ese entonces “Director General de Escuelas” de dicha provincia, conforme a lo dispuesto, en sesión del 6 de diciembre de 1898, el Consejo General de Educación, autorizó la solicitud, fundándose la “Revista Anales de Educación”, como órgano del Consejo"[25].
La mencionada revista se publicó entre febrero de 1899 y diciembre de l900, fueron quince números, con una periodicidad irregular, a veces mensual, bimestral, cuatrimestral, de distribución gratuita, para el personal docente y comisiones escolares de la provincia y, debía incorporarse como colección al Archivo de las escuelas.
En la Memoria de la Dirección General de Escuelas (1898-1900), Victoria da cuenta de la fundación de “Los Anales”, como una revista "de informaciones y de propaganda...que ha aparecido durante dos años- habiéndosela suprimido en el año en curso (1901), por haberse suprimido del Presupuesto la partida de Impresiones"[26].
En dichos Anales, con visible optimismo el Director Victoria enunció, entre los "Propósitos" de la publicación, el trabajo en pos de "coordinar los elementos sociológicos del Estado: religión, gobierno, educación, familia, territorio, lengua, industrias y comercio" y, lanzó una convocatoria a los hombres de buena voluntad, para que a través de este medio difundan: "la ciencia útil, la virtud real, las ocupaciones honestas, el arte excelso"[27], [28], [29].
En el marco del surgimiento y consolidación de políticas públicas de educación, que en el discurso se expresaban como de Instrucción Pública, la gestión 1898-1901, llevó a cabo un proceso de reforma normativo, del currículo, de jerarquización de las escuelas, de profesionalización del personal docente, de edificación escolar, que significaron cambios en el largo proceso de escolarización, iniciado unas décadas antes.
Desde una perspectiva crítica se ha considerado a “Los Anales de la Educación”, como difusora del "orden normalizador", propiciado por el Estado, con una función “homogeneizadora y de disciplinamiento”, de quienes se transformarían en agentes de un Estado, que modelaba de esta forma a los servidores públicos[30].
La iniciativa del grupo que acompañó la gestión de Victoria, al frente del Consejo de Educación, y que se plasmó en la revista referida, incorporó a Santiago del Estero, a un movimiento de reforma de la educación, extendiéndose por otras provincias.
Los redactores se consideraban reformadores, y concordaron en sus discursos, en la necesidad de transformar una realidad educativa que oponía grandes obstáculos a sus proyectos. Por un lado, otorgaron preeminencia a la sección oficial, con su voluminosa documentación, que trasuntaba la voluntad de formar un cuerpo técnico, con conocimiento de las leyes, reglamentaciones y resoluciones, por otro lado, la publicidad de los actos de gobierno se relacionaba con el ideal republicano, de conformar ciudadanos partícipes de la cosa pública.
Se destaca la reforma de la ley de educación y de la ley de renta escolar, la sanción de un nuevo Reglamento General de Escuelas y el Plan de estudios primarios. "El impulso educacional era estimulado por el Consejo de Educación bajo la presidencia del profesor Maximio S. Victoria" y así, la cuestión educativa estaba imbuida por el “positivismo liberal”[31].
Por otra parte, entre junio y diciembre de ese 1898, vió la luz la revista “La Filosofía Positiva”, dirigida por Margarita Praxedes Muñoz y, con la participación de destacados colaboradores nacionales y extranjeros. Entre los primeros, el propio Victoria, Enrique de Santa Olalla, Felipe Senillosa, Luis Mohr, José Ingenieros, Alfredo Palacios y otros. Entre los extranjeros, referentes positivistas como los franceses Juan Francisco Robinet, Ernesto Delbet y Paul Ritti y el chileno Juan Lagarrigue. En su breve, pero intensa vida, esta revista, fue la caja de resonancia de una serie de procesos políticos nacionales e internacionales [32].
Otra Revista en la que Victoria colaboró fue “Estímulo y defensa”, cuyo primer número salió a la calle el 15 de abril de 1903 y logró publicar cuarenta y seis números. Se presentó como una revista quincenal, órgano de la “Sociedad Magisterio Santiagueño”, que con su imprenta propia y con ayuda de suscripciones y publicidad vivió, de 1903 a 1905[33].
“Estímulo y Defensa”, reprodujo conferencias pronunciadas en centros liberales por Maximio Victoria y Alfredo Ferreira, que versaron sobre el positivismo comteano matizado con la aristocracia del espíritu, el culto a los héroes y los ideales de Carlyle y Guyau, sin perder de vista a Charles Darwin y a Herbart Spencer. La revista fue un importante pasador de posiciones ideológicas y literarias, correspondientes al centenario, donde positivismo y nacionalismo se cruzan, en una propuesta escrita, que reforzó las conferencias desplegadas por la Sociedad del Magisterio[34].
Fue fecunda, laboriosa y patriótica la pluma y la vida de Maximio Victoria. Abrió nuevos rumbos y señaló nuevas vías a la educación de la niñez y la juventud argentinas[35]. Por sobre todas las cosas, fue un honesto docente por vocación, consecuente con sus pensamientos y creencias, anteponiendo el bien común de la sociedad.
Pero, todo eso no pudo haberlo hecho solo. Ello fue posible, gracias a su esposa, con quien se casó el 8 de abril de 1899, compañera de toda su vida: Rita Latallada de Victoria, considerada fundadora de los jardines de infantes en Argentina, figura emblemática de la educación inicial en el país. Mujer dotada de una personalidad excepcional, según los biógrafos[36], con quien tuvo 3 hijas mujeres (María Laura, Nické y Rita) y dos varones. De estos últimos, Marcos, médico psiquiatra, radicado en Buenos Aires, ensayista, profesor universitario, de proficua labor y Virgilio, médico oculista, profesor universitario, radicado en Tucumán, luego en Buenos Aires.
Maximio Victoria, fue el “documento viviente de la liberación de una conciencia y de la lucha de toda una vida por enseñar a liberarse a sus conciudadanos”, de lo cual deriva su “valor cívico y su irrefutable valor moral”[37].
Por ello, la elección de su nombre para el sitial que ocupo en la Academia de Ciencias y Artes de Santiago del Estero, ya que Maximio Sabá Victoria, para mí, más allá de los lazos de sangre que me unen, como para muchos otros, fue un ejemplo de vida, con sus aciertos y errores, como todo hombre, pero consecuente con sus ideas. Vivió como pensó, predicó y enseñó. Así murió, dejando su ejemplo y enseñanzas, por los polvorientos y, a veces, olvidados caminos de la geografía argentina.
*Doctora en Ciencias Jurídicas y Sociales. Académica de número de la Academia de Ciencias y Artes de la provincia de Santiago del Estero. Académica correspondiente de la Academia de Derecho y Ciencias Sociales de Córdoba, Argentina. Docente investigadora de las Universidades Nacional y Católica de Santiago del Estero. Ex Directora de Proyectos de Investigación del CONICET. Miembro del Comité Científico de la Unión Mundial de Agraristas Universitarios (Italia). Miembro del Comité Ejecutivo del Comité Americano de Derecho Agrario y del Instituto Argentino de Derecho Agrario. E mail: mariaadrianavictoria@gmail.com




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