sábado, 18 de mayo de 2024

MARIANO UNZUÉ. El Cristo de la Resurrección nos espera al final del camino.

MARIANO UNZUÉ. El Cristo de la Resurrección nos espera al final del camino.

Fotos personales tomadas el 21 de septiembre de 2018
Es muy posible que estè entrando en una etapa más reflexiva sobre el patrimonio del Cementerio de la Recoleta y comience a cosechar lo que ha ido madurando en mi espíritu y cabeza frente a las fotos tomadas que hoy me revelan nuevos aspectos. Las manos con las heridas de la cruz y el costado con el estigma de la lanza que le atravesó el pecho para constatar que estaba realmente muerto adquiere hoy una significación nueva en el contexto de los diversos debates muy enriquecedores que se suscitan en torno a algunas obras de arte y su significación.
Desde que me he encontrado con esta imagen del Cristo de la Resurrección, que se repite en varios monumentos funerarios, me he estado preguntando por la mentalidad de la que ella es portadora. No es el Jesús de Nazaret en escenas tomadas de los Evangelios ni el Cristo de la Pasión: es en la iconografía cristiana el Cristo Resucitado. Es por ello que le doy tanta importancia a constatar si tiene las heridas o estigmas de los clavos de la cruz en la palma de sus manos. Este dato me permite ubicar la imagen en la secuencia del tiempo. Esta imagen que nos aproxima a lo que llamamos el Juicio Final está despojada de todo elemento de miedo, terror o tortura. Es una imagen confiada en la promesa que los justos han de pasar ese momento de juicio sin temor porque tienen asegurada la victoria. En esta perspectiva podemos leer muchos otros elementos que vemos tanto en la arquitectura y en las placas conmemorativas: las coronas de la victoria, del triunfo o de la gloria. Las palmas que van en el mismo sentido. En la liturgia cristiana hasta la reforma de Pablo VI se rezaba junto a un bautizado moribundo una plegaria tomada de la tradición judía que se la denominaba ENCOMENDACIÓN y que decía: “Libera Señor el alma de tu servidor, como liberaste a Enoch y a Elías de la muerte común a todos, como liberaste a Noé del diluvio, y a Abraham haciéndole salir de la ciudad de Ur, a Job de sus sufrimientos, a Isaac de las manos de su padre Abraham, a Lot de la llama de Sodoma, a Moisés de las manos del faraón rey de Egipto, a Daniel de la fosa de los leones, a los tres jóvenes hebreos del horno, a Susana de la falsa acusación, a David de las manos de Saúl y de Goliath, a san Pedro y a san Pablo de su prisión, a la bienaventurada virgen santa Tecla de tres horribles suplicios”. La imagen de este Cristo de la Resurrección encarna visualmente la confianza de esa plegaria en la mentalidad de los creyentes que la escogen como elemento central de su monumento funerario. En lenguaje técnico litúrgico esa plegaria se la denomina “commendatio animae”, y hace memoria de las intervenciones misericordiosas y triunfantes de la divinidad para poner fin a toda prueba. Esta es una sensibilidad y mentalidad presente con mucha fuerza en la iconografía del Cementerio de la Recoleta que me parece importante de resaltar y recuperar.
Es muy posible que esta nueva etapa en mi mirada y comprensión del Cementerio sea mucho más atento y cuidadoso con los pequeños detalles y mensajes ya que el impacto por lo espectacular o grandioso ha dado lugar a una comprensión un poco más detallista. 





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