martes, 2 de julio de 2024

MANUEL BRAULIO GREGO. La epopeya de poblar las fronteras interiores

MANUEL BRAULIO GREGO. La epopeya de poblar las fronteras interiores.

Fotos personales tomadas el 14 de febrero de 2024
Tenemos que tomar muy en serio que el Cementerio de la Recoleta es un ARCHIVO HISTÓRICO con documentos únicos que muy posiblemente complemente de manera significativa el patrimonio de otros archivos históricos. Esta placa es una introducción a una vida que se mantiene en la memoria de una localidad. En ella podemos leer: "MANUEL B. GREGRO. Q.E.P.D. +24-noviembre-1937. Su esposa e hijos le dedican este recuerdo". El rostro que nos presenta esta placa es muy similar a la foto que hemos encontrado de esta personalidad.
RECURSO.
Manuel B. Grego. Un caballero del viejo cuño
Por Héctor José Iaconis
* Pobló estas tierras, donde hoy se extiende el Partido de 9 de Julio, cuando aún los soldados se disputaban el territorio con los malones aborígenes.
* Fue el secretario de la Municipalidad cuando, en 1886, el doctor West se convirtió en el primer intendente.
* Participó activamente en la fundación de la actual ciudad de Carlos Casares y fue el encargado de vender los primeros lotes de tierras en la misma.
* Dedicado a la actividad agropecuaria, en 9 de Julio, fundó una casa de remates, ferias y consignaciones de frutos del país, una de las primeras en su época, que cubría una amplia región de la Provincia.
* Ya radicado en la ciudad de Buenos Aires, participó junto a su hijo Virginio, en la fundación de la empresa manufacturera de cigarrillos «Particulares».
Alejado de nosotros por varias generaciones, excluido del vértigo de los tiempos modernos, el personaje histórico que nos ocupa fue un hombre destacado entre sus contemporáneos. Los nuevejulienses de finales del siglo XIX y comienzos del XX, lo respetaban por sus cualidades morales y, sobre todo, por la mesura con que acostumbraba mostrarse, salvo excepciones, frente a cuestiones de la política lugareña.
Siendo niño conoció de cerca la vida en el interior bonaerense cuando aún, visto como un desierto, era considerado entonces como “un lugar idílico pero siempre agreste, que debía ser civilizado”. Sin dudas, Manuel B. Greco, también vivió de cerca la dicotomía entre civilización-barbarie, tal como lo veía el pensamiento progresista de la época. Y, en efecto, trabajó a su modo para contribuir a poblar ese espacio que se iría completando paulatinamente con la población inmigrante.
Al redactar los párrafos que siguen, es inevitable preguntarnos ¿qué puede decirnos a nosotros, hombres y mujeres del siglo XXI, un hombre que vivió tantas décadas atrás?
Sin dudas, con su biografía, nos mostrará, al menos de manera sucinta o como un cuadro fotográfico que pasa rápidamente ante nuestros ojos, un pasado lejano en el cual, como ahora, también hubo penas, alegrías, luchas y frustraciones.
Nacido el 20 de marzo de 1853, su padre, don Angel Grego (1820-1885), inmigrante italiano, fue uno de los fundadores de ese pueblo. Según un artículo publicado en la revista «Caras y Caretas», don Angel Grego, había sido «uno de los ilustres fundadores de Chivilcoy que, con noble esfuerzo y la inteligencia, cimentó su rápido progreso».
Agricultor de profesión, junto a otros labradores, en mayo de 1854, había elevado a la Sala de Representantes una denuncia sobre los abusos de los enfiteutas que, sin pagar éstos el canon establecido por el Estado, arriendan la tierra pública.
Manuel Braulio Grego se crio en un espacio en el cual se fomentaba la lectura. Si bien, su padre no era una persona de dotes intelectuales, ni mucho menos, poseía una interesante biblioteca, de la cual aún se conservan en esta ciudad algunos libros con su monograma.
La formación de Manuel estuvo imbuida en dos modelos culturales de su tiempo; identificada con los paradigmas de civilización que se inspiraban en Europa y en algunos personajes ingleses que, en ciertas novelas sentimentales e históricas de la época, aparecían como ejemplos de sociabilidad, laboriosidad y ciudadanía.
En el Censo Nacional de Población de 1869 aparece viviendo en Chivilcoy, junto a sus padre y hermanas menores.
Vivió el tiempo en que, parecía estar claro que dos colectivos eran presentados como anti-modelos de la civilización: los aborígenes y los gauchos. Conoció, como hombre público y asiduo lector, la transformación del espacio del interior, “considerado en el imaginario del siglo XIX como un desierto que los inmigrantes europeos debían transformar y cuyo vacío debían llenar con su descendencia”.


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