sábado, 24 de agosto de 2024

JOSÉ SEGUNDO ROCA. Muchas coronas de gloria por muchos triunfos

JOSÉ SEGUNDO ROCA. Muchas coronas de gloria por muchos triunfos

Fotos personales tomadas el 16 de diciembre de 2021 y el 12 de mayo 2024
Es muy posible que la fama de JULIO ARGENTINO ROCA ha opacado y puesto en segundo plano la personalidad de su padre que es en realidad el titular de este monumento funerario. Igualmente el análisis de sus elementos y simbolismo también ha quedado relegado y he encontrado pocos comentarios sobre esta arquitectura y obras de arte. En el coronamiento de esta arquitectura evidentemente NEO CLÁSICA, vemos la figura de un ANGEL DEL TRIUNFO ya que en sus manos es portador de coronas de laurel para simbolizar justamente la gloria de la victoria. A ambos lados vemos dos ALEGORIAS muy difícil de definir. La figura de la izquierda es portadora de un LIBRO que puede ser tanto un Evangelio o el Libro de la Vida, y lleva la mano a su pecho lo que podría hacernos suponer que es la ALEGORIA DE LA FE. En el lado derecho vemos otra alegoría que lleva en su mano un atributo que desde abajo no podemos definir. En el FRONTON vemos en su TÍMPANO una CRUZ INCLINADA que generalmente se relaciona esa inclinación con la HUMILDAD. Esta cruz también está relacionada con una corona de gloria. En el ENTABLAMENTO vemos un QUERUBIN como símbolo de un ángel custodio rodeado de mucha vegetación para simbolizar posiblemente lo transitoria de la vida por un lado pero por el otro la esperanza de la resurrección si recordamos el procesa vegetal de marchitarse y volver a crecer en la siguiente temporada. El busto de JOSE SEGUNDO ROCA con su uniforme militar de gala rodeado de seis banderas. En ambos ángulos de este busto nuevamente CORONAS de GLORIA con lazos para recordarnos que está bóveda es familiar. Las COLUMNAS CORINTIAS tienen la particularidad que en medio de las ramas de ACANTO tradicionales en este estilo aparecen AMAPOLAS para recordarnos que la muerte es un breve sueño. El trabajo de herrería que rodea este monumento es también digno de toda nuestra atención.
Según lo informado por GONZÁLO A. ROCA, tataranieto de esta personalidad podemos afirmar que este monumento funerario fue construido por sus hijos, entre ellos Julio Argentino Roca para sus padres. José Segundo Roca fue primeramente sepultado en el Cementerio de San Cosme luego de su fallecimiento en el año de 1866. Josefa Agustina Paz Pereyra, su esposa, fue sepultada en la Iglesia de San Francisco en la Ciudad de Tucumán luego de su fallecimiento en el 14 de octubre de1855 a los 45 años de edad. Cuando la familia decidió el traslado de ambos al Cementerio de la Recoleta, el sacerdote responsable de esa iglesia escribió al autorizar ese desplazamiento: “A pedido de su dignísimo hijo Julio Argentino Roca, presidente de la República, autorizamos el traslado de los restos mortales de esta ilustre matrona” El traslado de ambos restos mortales fue realizado en el año de 1884.
RECURSO
JOSÉ SEGUNDO ROCA. El padre de Roca, un recio militar
José Segundo Roca, soldado desde adolescente, partió a pelear al Paraguay a los 66 años. Luchaban allí cinco de sus hijos. La muerte súbita lo libró de ver morir a dos. Y tampoco podría ver a Julio como general y como presidente.
TUMBA EN LA RECOLETA. Un busto en mármol del coronel José Segundo Roca en sus últimos años, corona el mausoleo familiar. Allí reposa también su ilustre hijo.
Por Carlos Páez de la Torre H03 Noviembre 2013
La estatura prócer del general Julio Argentino Roca, con su dos presidencias de la República, ha hecho pasar a segundo plano la figura patricia de su progenitor, el coronel José Segundo Roca. Merece sin duda un recuerdo este corajudo soldado tucumano, que guerreó a órdenes de generales como José de San Martín, José María Paz, Juan Antonio Álvarez de Arenales o Carlos de Alvear, entre los argentinos, y de Simón Bolívar y Antonio José de Sucre, entre los americanos.
Como se sabe, la saga de la familia Roca empieza en Tucumán. Aquí se afincó, a fines del siglo XVIII, el fundador del apellido, un militar catalán llamado Pedro Roca, y se casó con una tucumana de vieja raíz, doña María Antonia Tejerina. Entre los hijos del matrimonio, la historia guarda el rastro de tres varones.
Uno, llamado Pedro como el progenitor, peleó en el Ejército del Norte a órdenes de Manuel Belgrano, en las victorias de Tucumán y de Salta, y en las catástrofes de Vilcapugio y Ayohuma. Después, en las guerras civiles, se alineó en la Liga del Interior y participó en la acción de La Tablada. Tenía grado de coronel cuando murió en Paraná, en 1861.
Hermano de éste era Francisco Roca, de quien poco se sabe. En 1813 se incorporó al Ejército del Norte, y luchó bajo el comando de Gregorio Aráoz de La Madrid en diversas acciones del alto Perú, entre ellas la campaña de Tarija.

Oficial de San Martín

El tercer hermano fue nuestro José Segundo Roca. Nació también en Tucumán, en 1800, y era adolescente cuando entró a la milicia de la ciudad. En 1817 ingresó al Ejército de los Andes como subteniente y se embarcó rumbo al Perú en 1820, en la campaña libertadora de San Martín.
La campaña de la Sierra, las batallas de Jauja y Pasco y la victoria de Pichincha, le valieron sus primeras condecoraciones. Estuvo en la expedición de Puertos Intermedios, en la acción de Zepita y la gloriosa batalla de Junín, y recibió medallas por su conducta. Una seria enfermedad le impidió pelear en Ayacucho.
Volvería al país en 1826, para participar inmediatamente en la Guerra con el Brasil. Estuvo en las batallas más importantes, como Ombú, Comacuá y en la victoria de Ituzaingó.
Lo envolvieron después las guerras civiles. Cabalgó en las campañas unitarias de la Liga del Interior: luchó en La Ciudadela contra Facundo Quiroga, y tras la derrota emigró a Bolivia.
Junto a Javier López, intentó derrocar al gobernador federal Alejandro Heredia: fue batido y condenado a muerte, salvándose por gestión del joven Juan Bautista Alberdi.

Cañero en El Vizcacheral
Luego, dejó de ser unitario. Revistó en el Ejército de Operaciones de la Confederación Argentina, en la guerra con Bolivia y, después de la Batalla de Famaillá, quiso vivir unos años más tranquilos en Tucumán. Se acababa de casar con Agustina Paz hermana de Marcos Paz, futuro gobernador y vicepresidente de la Nación- y empezaron a nacer sus hijos.
En El Vizcacheral trabajaba una plantación de "caña morada", que molía en trapiches de palo para fabricar azúcar. No fue una empresa venturosa. Así lo muestra su presentación al Gobierno de la Provincia, en septiembre de 1847. Expresó allí que se veía "forzado a poner término a mis negocios en mi establecimiento de caña azúcar situado en mis terrenos del Vizcacheral, al Norte de esta Capital", dado que "las eventualidades del tiempo han engañado mis esperanzas". Pero al mismo tiempo, deseaba "satisfacer los créditos de aquellos hombres que me han hecho la gracia y favor de franquearme su dinero para poder trabajar y proporcionarme así, en lo venidero, el modo de vida para sostener mi numerosa familia".

Oferta a los acreedores
Consideraba que "si evadiera yo este paso aparecería, ante ellos y el país, bajo el aspecto de un hombre de mala fe, por no haber llenado mis compromisos a su debido término". Tales compromisos, explicaba, "están vencidos", y quería darles término "ya de un modo, ya de otro", puesto que "parece que la fortuna de frente se me opone, prodigándome desgracias por momentos".
Entonces, adjuntaba dos listas. "Una, de acreedores con sus respectivos créditos, y otra de las existencias de mi citado establecimiento". Esto "para que, en su virtud, reunidos mis acreedores conforme a Derecho, deliberen si les es posible concederme un término prudente de moratoria en que pueda pagarles, haciendo en cada cosecha el correspondiente dividendo a mis créditos". Pedía que le dejasen "tan sólo lo necesario para sostener y hacer la cosecha en cada año, y evitar de este modo la necesaria y consiguiente pérdida que ellos, y yo precisamente, sufriríamos en la subasta, en caso contrario."
El juez citó a los acreedores a audiencia, y el 2 de octubre ellos aceptaron por unanimidad la propuesta de Roca. Este -según los documentos que publicó el doctor Francisco E. Padilla en LA GACETA, en 1938- cumplió con exactitud los compromisos que contraía.

Muerto al llegar
Volvió a montar a caballo y a combatir después de la caída de Juan Manuel de Rosas, en las filas federales. Revistó en el ejército derrotado en la batalla de Los Laureles. Parecían haber terminado los combates para el coronel Roca, cuando estalló la Guerra del Paraguay. Entonces quiso regresar a la acción, a los 66 años. Partió al frente, donde se juntó con sus hijos, todos oficiales: Rudecindo, Celedonio, Marcos, Ataliva y Julio Argentino Roca. Iba conduciendo el contingente de Guardias Nacionales de Tucumán, y con ellos llegó, no sin dificultades, a Corrientes.
De pronto, en el campamento de Las Ensenaditas, lo atacó una grave enfermedad, contra la cual nada pudieron hacer los médicos del Ejército. El 8 de marzo de 1866, terminaban todas las guerras para el veterano coronel. Desde el campamento, Alejandro Díaz escribió: "El benemérito coronel Roca ha muerto hoy a las 11 de la mañana. Era un noble anciano sumamente simpático, un militar de la Independencia lleno de virtudes y de brillantes servicios a la Patria".

Lo que no pudo ver
La muerte libró al coronel Roca de grandes dolores. No vio morir a dos de sus hijos en esa sangrienta Guerra del Paraguay. Porque poco después, en mayo de 1866, falleció Marcos, tras intervenir en varios combates, por una fiebre que lo devoró en Paso de la Patria. Y en 1868, perdió la vida otro hijo, el capitán Celedonio Roca, por las heridas que recibió en el ataque a Las Palmas.
Sobrevivieron a la contienda los restantes tres. Es sabido que Julio Argentino Roca estuvo en la toma de Uruguayana, en Paso de la Patria, en Estero Bellaco, en Tuyutí, en Yataití-Corá, en Boquerón y en Curupaytí. En cuanto a Rudecindo Roca, se batió en Estero Bellaco, en Tuyutí y en Curupaytí. Y Ataliva Roca peleó en Laguna Vera, en Angostura, en San Antonio, en Itá-Ibaté, en Lomas Valentinas y en la Toma de Asunción.
Obviamente, el coronel José Segundo tampoco vivió para asistir a la elevación de su hijo Julio Argentino Roca al generalato primero y a dos presidencias de la República después. Al iniciar su segundo mandato, en 1898, Roca comentó en carta a un amigo: "¡pobre mi viejo! ¡Cuánta alegría hubiera experimentado, no digo al verme presidente por segunda vez, en esta tierra donde es tan difícil mantenerse por mucho tiempo en la cureña, sino cuando fui general a los 31 años sobre el campo de batalla! Su alma de soldado se hubiera estremecido de satisfacción y de contento".







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