LAS ABEJAS EN LA SIMBOLOGÍA FUNERARIA. FUNDAMENTACIÓN.
Foto personal tomada el 8 juni0o 2018
Sabemos muy bien que la importancia de un símbolo no se fundamenta en su imagen sino que es un indicador que nos lleva a pensar en una dimensión que subyace detrás del mismo símbolo. El símbolo es un elemento particular y específico que pasa a significar un todo, un concepto abstracto. Es un elemento visible que intenta reemplazar y superar a las palabras mismas. El símbolo intenta relacionar y comunicar mundos diferentes, lo visible con lo invisible, el aquí y ahora con el más allá y eternidad. Las abejas, el panal, la miel pasan a tener un significado que evidentemente las supera y nos lleva a pensar en una dimensión que va más allá de lo que estamos contemplando.
RECURSO BIBLIOGRÁFICO.
Abeja.
Muy pocos animales desempeñan en el simbolismo un papel tan grande como este insecto formador de Estados o repúblicas. Ya en las épocas más remotas de la Antigüedad se recolectaba la miel de abejas silvestres. Pronto se descubrió también la posibilidad de la apicultura y con ello se logró un gran progreso en asegurar la subsistencia. La miel servía no sólo para endulzar y fermentar, sino también para la elaboración de medicamentos, de cera para fabricar velas; y más tarde, también para la fusión de metales…
En Occidente, la abeja suele denominarse «pájaro de María» o «pájaro de Dios» y equivale a símbolo del alma. El que ve en sueños una abeja tiene ante los ojos la proximidad de la muerte, el alma que se aleja zumbando. Pero si a un muerto le entra volando una abeja en la boca, vuelve a vivir. «Camino de las abejas» era como los antiguos germanos describían el aire henchido de las almas de los muertos.
En el ámbito del Mediterráneo reinaron a menudo curiosas ideas sobre la vida de las abejas; se las consideraba carentes de sexo, y se decía que se originaban de cuerpos de animales en descomposición, no tenían sangre y no respiraban.
Comparaciones antropomorfizantes designaban a las abejas como valientes, castas, diligentes, limpias, viviendo en armonía en su república y dotadas de sentido artístico («pájaros de las musas»). Los sacerdotes y sacerdotisas de Eleusis se llamaban «abejas».
Como el descanso invernal de las abejas se equiparaba a la muerte, se las consideraba también símbolo de la resurrección. La iconografía cristiana no pudo escapar a estas comparaciones. Se tuvo por modélico el carácter infatigable de la abeja en el trabajo para su comunidad. San Ambrosio comparó la Iglesia con la colmena, y a los piadosos miembros de la comunidad con las abejas, que de todas las flores sólo recolectaban lo mejor y evitaban el humo de la soberbia. La idea de que las abejas vivían sólo del olor de las flores hizo de ellas un símbolo de la pureza y de la continencia; para Bernardo de Claraval eran un símbolo del Espíritu Santo.
En el ámbito profano se consideró a la abeja como símbolo real, porque se tuvo a la reina de las abejas por rey durante mucho tiempo. El lirio o flor de lis del escudo de Francia se ha hecho derivar hipotéticamente de la imagen estilizada de una abeja.
La dulzura de la miel convirtióse en símbolo de la elocuencia de san Ambrosio y de san Juan Crisóstomo («boca de oro»). Como símbolo de Cristo sirvió también la dulzura de la miel (clemencia), aunque en unión con el agudo aguijón en el Juicio final. La idea, tomada también de la Antigüedad, de que las abejas no engendran ellas mismas su prole, sino que la recogen de las flores visitadas por ellas, hizo de la abeja también el símbolo de la Virgen María.
Algunos bestiarios medievales han descrito también el «arte y la gracia de la estructura del panal, los regulares hexágonos de las celdillas que ellas (las abejas) delimitan con dura cera y llenan de miel que fluye del rocío que traen de las flores... La miel beneficia en agradable conformidad tanto a los reyes como a los hombres corrientes. No sirve únicamente al goce, sino también a la salud, es dulce para el paladar y curativo para las llagas. Así, una abeja es ciertamente pobre en fuerzas, pero, en cambio, fuerte por el poder de la sabiduría y el amor de la virtud» (Unterkircher). «Las abejitas son diligentes en encontrar el jugo de las flores, y por ello crecerá su reino lleno de miel; así pues, donde la concordia une los corazones, allí florece al mismo tiempo el dulce fruto y la utilidad» (Hohberg, 1675). En heráldica aparece la abeja generalmente en figura múltiple, por ejemplo, en el escudo de la familia corsa de Bonaparte, como símbolo de sentido del orden y la diligencia. En el antiguo Egipto, el rey del Bajo Egipto era «aquel que pertenece a la abeja», como el junco era símbolo del rey del Alto Egipto.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario