jueves, 9 de mayo de 2024

EDUARDO T. MULHALL. Un pedido para que el periódico fuese un eco fiel de los sentimientos obreros.

EDUARDO T. MULHALL. Un pedido para que el periódico fuese un eco fiel de los sentimientos obreros.

Fotos personales tomadas el 4 de mayo de 2024
El Cementerio de la Recoleta y, en especial sus placas conmemorativas, no dejan de sorprenderme. Cada una me introduce en capitulos del pasado que parecen tan similares a situaciones del presente que nunca hubiera imaginado. Tantos nombre olvidados y son necesarios rescatar. En este caso me ha sido muy complicado distinguir los diferentes Edward o Eduardo T. Mulhall, que por más que llevan el aditamento de "hijo" es complicado saber a qué padre se refieren porque por generaciones han llevado los mismo nombres y apellido- En esta placa podemos leer: "El Diario La Argentina a la memoria de su fundador y ex Director Don EDUARDO T. MULHLLA hijo. XXII-I-MDCCCLXVII. - XVII-V-MCMXXIII". Los servicios prestados por este diario a la población en situación de vulnerabilidad son sorprendentes. En ella vemos en la parte superior el busto de esta personalidad en un círculo. Han desaparecido los tréboles pero continúan los libros, el tintero y la pluma para que quede claro la profesión de quien se quiere hacer memoria. Todo el mensaje se escribe sobre una representación de un pergamino.
RECURSO.
El diario LA ARGENTINA.
La analogía con los poderes del Estado no es arbitraria, ya que señala un aspecto destacado del rol que asume la prensa masiva del período como articuladora de una serie de demandas sociales, en representación de un arco social amplio (“desde los más ricos a los más pobres, desde los más plebeyos a los más aristocráticos” –añade Ceppi–), cuyos reclamos no alcanzaban la consideración de los funcionarios públicos.
Las demandas dirigidas a los diarios podían ser tan triviales como aquella que narraba Fray Mocho en clave humorística, en uno de sus célebres diálogos publicados en Caras y Caretas: la de una aspirante a la clase alta porteña, que se quejaba porque su apellido no figuraba en la sección “Vida social”, y quedaba relegado únicamente a los “ecéteras”.
En el extremo opuesto podría citarse el ejemplo del diario La Argentina (dirigido por Eduardo Mulhall, hijo del fundador del periódico The Standard, de Buenos Aires), cuya redacción fue invadida, el 1° de mayo de 1909, por un espontáneo contingente de obreros urgidos por suministrar su versión de la violenta represión policial, que provocó decenas de muertos y heridos, durante la celebración del día del trabajador.
Ayer, minutos después de ocurrido el luctuoso suceso, la redacción de LA ARGENTINA fue invadida por los obreros que formaban, unos en la manifestación disuelta de tan extraña manera, y otros espectadores, para expresar todos su airada protesta por el atropello de que se hiciera víctima a un pueblo indefenso en que alternaban y se confundían los ancianos, las mujeres y los niños.
Muchos fueron los obreros que nos visitaron, siendo la opinión uniforme que había habido exceso en el correctivo de la falta, si la hubo, y que la policía reveló un ensañamiento que no tuvo su razón de ser. Unánime fue la condena y unánime el pedido para que LA ARGENTINA fuese un eco fiel de sus sentimientos…
El diario La Argentina, que a comienzos del siglo XX había alcanzado un éxito notable mediante un compromiso explícito con las causas populares, también ofrecía, hacia 1909, consultorios gratuitos en diversas especialidades: medicina general, odontología, masajes, pedicura, tratamientos contra el alcoholismo, vacunación, análisis químicos y medicamentos gratuitos.
Asimismo brindaba a sus lectores asesoramiento jurídico (redacción de escritos para tribunales y administración), servicios de mensuras y copias de planos por parte de un agrimensor, consultas sobre arquitectura y construcción, asesoramiento contable (teneduría de libros), tasaciones de propiedades, todo de carácter gratuito.
Ofrecía, además, un curso de contabilidad en quince lecciones (“Escuela gratuita de tenedores de libros «LA ARGENTINA»”); y disponía de servicios similares a los enumerados en Rosario y Bahía Blanca.
El escritor español Blasco Ibáñez, que en el mismo año de 1909 dictó una serie de conferencias en Buenos Aires de gran repercusión, dedicó páginas elogiosas para con este diario en su libro dedicado a la Argentina; lo consideraba “el más moderno de los diarios de Buenos Aires”, encomiaba su gran popularidad y creciente circulación, y anticipaba el proyecto de construcción de “un palacio de catorce pisos” para su redacción y talleres.
La cita permite leer entre líneas el horizonte de expectativas con el que aspiraba a medirse el diario de Eduardo Mulhall: un palacio que triplicaba en pisos al de La Prensa.



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