sábado, 9 de agosto de 2025

OVIDIO. El mito que explica el origen de una flor funeraria: EL JACINTO.

OVIDIO. El mito que explica el origen de una flor funeraria: EL JACINTO.

Fotos personales tomadas el 29 de marzo, 11 de mayo y 19 de junio 2025.
En estos versos del libro de las Metamorfosis de Ovidio podemos encontrar muchos más detalles sobre la vida cotidiana de los griegos y de los romanos en época clásica. Encontramos detalles de juegos, relaciones afectivas, medicamentos, y por supuesto muchos detalles sobre plantas y flores que formaban parte del herbario de aquellos tiempos. Aparentemente la flor llamada jacinto en este relato no es la misma que nosotros denominamos con el mismo nombre ya que esta última fue introducida en occidente muchos siglos después por los turcos. Comparto este breve texto con el objetivo de hacer conocer los mitos y leyendas que existen detrás del herbario funerario. Asimismo comparto una serie de fotos donde presumo que en alguna de ellas posiblemente haya un narciso actual. A esta flor al igual que a muchas otras se la relaciona con el herbario funerario por su capacidad de regresar cada año de lo profundo de la tierra como un símbolo de eternidad y resurrección. 
RECURSO BIBLIOGRÁFICO.
Jacinto A ti también, Amiclida, te habría establecido Febo en el cielo, si tus tristes hados le hubiesen dado tiempo para establecerte. Sin embargo, en la medida de lo posible, eres eterno; y cuantas veces la primavera expulsa al invierno y íes el Camero sucede al acuoso Pez, otras tantas veces tú renaces y floreces en la verde hierba. A ti, por encima de todos, te amó mi padre, y Delfos, situada en el centro del mundo, careció de protector, mientras el dios frecuenta el Eurotas y la ciudad sin muros, Esparta. Ni la cítara ni las flechas ocupan el lugar de honor; olvidado de sí mismo, no se niega a llevar las redes, ni a sujetar los perros, ni a ir como acompañante por las cimas de un escarpado monte, y alimenta su llama con el trato prolongado. Ya casi estaba el Titán a la mitad del camino entre la noche pasada y la siguiente y distaba igual trecho de una y de otra; aligeran el cuerpo de vestidos y relucen con el jugo del Oleoso olivo, e inician la competición del ancho disco. Febo, tras balancearlo, fue el primero en lanzarlo al aire y rasgó con su peso nubes que encontró a su paso; transcurrido largo espacio de tiempo, el peso cayó de nuevo en tierra firme y puso al descubierto su habilidad y su fuerza. Sin perder un momento, el tenárida, llevado imprudentemente por las ansias de jugar, se apresuraba a recogerlo, pero, el disco, tras rebotar con todo su peso en la tierra dura, salió disparado, Jacinto, contra tu rostro. El dios, tan pálido como el mismo muchacho, acoge en sus brazos el cuerpo caído; y tan pronto te reanima como restaña tus tristes heridas, y a continuación te aplica hierbas, intentan do retener tu vida que se escapa. De nada sirven sus artes; la herida era incurable. Cuando en un regado jardín alguien quiebra el tallo de las violetas o de las amapolas o de los lirios de enhiestos estambres amarillos, estos de inmediato dejan caer sus pesadas cabezas lánguidamente y ya no pueden sostenerse y sus corolas apuntan hacia el suelo. Pues de igual modo yace su rostro moribundo y, desprovisto de vigor, el cuello es una carga para sí mismo y se vence blandamente sobre el hombro. “Te desplomas, Ebálida, privado de la promesa de tu primera juventud”, dijo Febo, “y veo en tu herida una acusación contra mí. Tú eres mi dolor y mi crimen; a mi mano hay que atribuir la responsabilidad de tu muerte; yo soy el culpable de tu muerte. [Sin embargo, ¿cuál es mi falta? A menos que jugar pueda llamarse falta, a menos que también pueda llamarse falta haber amado.] Y ojalá se me permitiera entregar mi vida a cambio de la tuya o entregarla contigo. Pero, puesto que nos lo prohíbe la ley del hado, siempre estarás conmigo y tu recuerdo permanecerá en mi boca”. [En tu honor la lira resonará tocada por mi mano, en tu honor sonarán nuestras canciones y, en forma de flor nueva, imitarás nuestros lamentos con tus letras. Vendrá también un tiempo en que un héroe muy valeroso se añadirá a esta flor y su nombre será leído en la misma hoja.] Mientras la veraz boca de Apolo profiere tales palabras, la sangre, que al verterse por el suelo había salpicado la hierba, deja de ser sangre, y nace una flor más brillante que la púrpura tiria y toma la forma de los lirios, si no fuera purpúreo su color y el de aquellos fuera plateado. No le bastó a Febo con esto (pues este honor se le debía a él); graba sobre los pétalos sus propios gemidos y la flor lleva grabado AI AI y la letra denota luto. No se avergüenza Esparta de haber engendrado a Jacinto, y sus honras duran hasta esta época, y las Jacintias retoman anualmente para ser celebradas, a la manera de los antiguos, con solemne pompa "!. Publio OVIDIO Nasón. Metamorfosis. Libro X versos 162 a 219. Editorial Gredos S.A. Madrid 2012. 





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