viernes, 30 de mayo de 2025

LAS PUERTAS EN LA SIMBOLOGÍA FUNERARIA. Los guardianes de los ritos de pasaje funerario.

LAS PUERTAS EN LA SIMBOLOGÍA FUNERARIA. Los guardianes de los ritos de pasaje funerario.

Fotos personales tomadas el 11 de mayo de 2025. 1. Mundo. 2. José Roque Pérez. 3. Joaquín Peñoñori. 4. Beretevide. 5. José Rafael Torello. 6. General Reynols.
Es muy posible que al ingresar a un cementerio no tengamos en mente que estamos ingresando a un espacio con una carga emocional y significativa muy especial. Nuestra mentalidad moderna ha perdido desde hace tiempo el sentido de lo sagrado. Este ingreso tiene una importancia simbólica muy fuerte que intento recuperar y para ello me apoyaré en las PUERTAS DE LOS MONUMENTOS FUNERARIOS. De la misma manera que el signo de la cruz es el primer gesto que la iglesia hace sobre un nuevo miembro al ingresar a la comunidad en el bautismo, las puertas están allí para recordarnos esa simbología y realidad. Entrar en un monumento funerario, en una cripta tiene el valor de un rito de pasaje porque estamos atravesando no solo el espacio secular hacia el espacio sagrado sino que estamos también entrando a otra dimensión de realidad y tiempo, es decir que ingresamos en el misterio de la vida y la muerte. Aún la puerta de la bóveda más simple y humilde comparta en si un mensaje y hasta una advertencia que tiene la finalidad de despertar en nosotros la conciencia del gesto que estamos realizando. Es por ello que muchas veces en el patrimonio funerario de muchos cementerios vemos en las puertas o a sus lados figuras que, como guardianes de fronteras, nos advierte que están allí para proteger, cuidad e igualmente acompañarnos. Los ángeles, querubines, leones, esfinges, grifos, dragones, dolientes cumplen esa función en la diversidad de imágenes de las cuales son portadoras las puertas funerarias. En algunos portales de iglesias medievales advertía a quienes atravesaban sus umbrales la formidable significación de ese acto diciendo algo como “Tú que ingresas aquí tienes ahora que dirigir tu mirada al cielo”. Cada puerta simboliza justamente es paso de un espacio y un tiempo a otro muy misterioso pero muy luminoso. Tenemos que volver nuestra mente hacia el texto del Libro del Génesis 28,17 que nos relata que: “Jacob, tras despertar de un sueño en el que vio a Dios y ángeles ascendiendo y descendiendo por una escalera que tocaba el cielo, dijo: "¡Qué asombroso es este lugar! ¡No es otra cosa que casa de Dios, y puerta del cielo!". La gran tarea en este mundo tan secular es poder describir este sentimiento al cual las puertas de todo monumento funerario nos invita a un vocabulario en el que cualquiera puede ser interpelado, más allá de sus convicciones religiosas. 







jueves, 29 de mayo de 2025

LOS ÁRBOLES EN EL LENGUAJE SIMBÓLICO FUNERARIO. Fundamentación.

LOS ÁRBOLES EN EL LENGUAJE SIMBÓLICO FUNERARIO. Fundamentación.

Fotos personales: 1. Tomada el 24 de enero de 2022. 2. Ramón Santamarina vitral tomada el 30 de enero 20233. José de Carabassa, tomada el 22 de febrero de 2020
Desde la más remota antigüedad diversos árboles han sido relacionados con ritos funerarios y su simbología. Muchos de esos significados nacen de la simple observación. Su raíces y sus ramas llevaron a pensar en un elemento que une lo terrenal con lo celestial. Por su forma vertical y por sus dimensiones se relaciona mochos árboles considerados sagrados como el eje del mundo o como el centro mismo del universo. Sus ciclos naturales se les asoció muy temprano con el proceso de vivir, morir y resucitar. En el cristianismo los árboles han sido protagonistas de relatos diversos, desde el árbol del conocimiento del Jardín del Eden hasta su contrapartida, la cruz como el árbol de la redención y liberación. Un árbol simboliza la tentación y el pecado y el otro, la cruz, simboliza justamente el fin de esa esclavitud. La generaciones que concluyen en el nacimiento de Cristo se los ha denomina el "árbol de Jesé " y hay múltiples representaciones considerando a toda la genealogía como ramas de ese árbol. A la virgen María se la ha considerado también como el árbol de la vida por el fruto de su vientre Jesús. Cada uno de estos pensamientos los podemos aplicar al patrimonio funerario de este cementerio, tanto a los árboles que vemos en sus caminos, como las cruces en forma de troncos, los vitrales que reproducen pinos, palmeras y otros árboles.
RECURSO BIBLIOGRÁFICO.
Árbol (en general).
Como tiene sus raíces en la tierra pero eleva sus ramas hacia el cielo es, al igual que el mismo ser humano, una imagen del «ser de dos mundos» y de la creación mediadora entre arriba y abajo. No solamente fueron venerados en muchas culturas antiguas determinados árboles o todo un bosque o arboleda como morada de seres sobrenaturales (dioses, espíritus elementales), sino que se consideró al árbol muchas veces como eje del mundo, alrededor del cual se agrupa el cosmos, como, por ejemplo, el árbol cósmico Yggdrasil entre los germanos septentrionales o el sagrado árbol Ceiba o Yaxché de los mayas yacatecos, que crece en el centro del mundo y sostiene los estratos del cielo, y en cada una de las cuatro regiones del mundo hay un árbol de color de esta clase que sirve como pilastra angular del firmamento. Conocido es el papel de árboles tabuizados en el paraíso bíblico; para el budista, el árbol pipal (Ficus religiosa), bajo el cual alcanzó la iluminación Gautama Buda, es símbolo del sicomoro, del cual la diosa Hathor extrae reconfortante bebida y alimento para los muertos o para el ave de su alma (ba).
Como árbol de la vida fue venerado el dios sumerio de la vegetación Damuzi (Tamuz). La China antigua veneraba el melocotonero y la morera, los druidas célticos la encina, que también fue atribuida como árbol sagrado al germánico dios del trueno y (entre los griegos) al rey de los dioses, Zeus. Arboles sagrados de esta índole -en partes reales, en parte idealizados y elevados a la categoría de símbolo cósmico- se encuentran en casi todos los pueblos antiguos.
En la iconografía cristiana el árbol es símbolo de la vida querida por Dios y su paso a través del ciclo anual hace referencia a vida, muerte y resurrección; en cambio, el árbol estéril o muerto hace referencia al pecador. De la madera del paradisíaco «árbol del conocimiento> habrá de construirse posteriormente la cruz de Cristo, que en adelante se convirtió para el creyente en el árbol de la vida. Muchas veces se representaba la cruz con ramas y hojas o se la comparaba con el árbol genealógico de la «raíz de Jesé».
El simbolismo del árbol y su veneración conservan finalmente un resto de la antigua religión de la naturaleza en la que los árboles no solamente son proveedores de leña y madera sino entidades dotadas de vida y habitadas por ninfas semejantes a elfos, y el hombre tenía con tales entidades una relación de sentimiento. Arboles con imágenes de santos en su tronco («Waldandachten», devociones arbóreas, en Austria) hacen referencia a esto, y también el árbol de Navidad que en mitad del invierno se halla hoy difundido en casi el mundo entero como símbolo consolador del reverdecer y del renacer.
Fue a María a quien se consideró, sobre todo, «árbol de la vida»>, bendecido por el Espíritu Santo, que dio al mundo como fruto el Redentor. Antiguos santuarios de aldeas y lugares de peregrinación parecen transmitir a la Edad Моderna la tradición de antiguos «árboles sagrados», revestida con el simbolismo mariano: Maria-Dreieichen (María Tresencinas), Maria-Grün (María Verde), Maria-Linden (María Tilo), etc.; el obispo Ezzo de Bamberg celebró la cruz como árbol dispensador de bendiciones: muertos que en señal de concesión de la gracia divina empezaron a reverdecer.
La «cruz-árbol» con inicio de ramas de la escultura medieval guarda relación con este simbolismo de la resurrección que presenta el árbol con la caída de sus hojas y el reposo invernal antes de que vuelva a retoñar. Una leyenda judía refiere que el patriarca Abraham adondequiera que llegase plantaba árboles que, sin embargo, no querían medrar bien; solamente uno que plantó en Canaán creció rápidamente. Mediante él podía Abraham reconocer si alguien creía o no en el Dios verdadero o si era un servidor de los ídolos. Sobre el creyente en la fe verdadera extendía el árbol sus ramas y le protegía con su sombra, pero no hacía lo mismo con el idólatra. En este caso, se apartaba, le rehusaba la sombra y levantaba sus ramas hacia arriba. Pero Abraham no se apartaba de ese idólatra, sino que procuraba que abrazase la verdadera fe. «Por haber comido Adán del árbol del conocimiento, trajo la muerte al mundo. Sin embargo, cuando vino Abraham, devolvía al mundo la salud por medio de otro árbol.»
La leyenda del árbol salutífero tal vez deba remontarse al simbolismo cristiano del árbol de la cruz, que fue extrapolado al mundo del Antiguo Testamento. El texto del «Physiologus» paleocristiano habla del árbol índico «peridexion» cuyos frutos comen gustosas las palomas, mientras que la serpiente no puede aproximarse a él y rehúye su sombra. Es una referencia al Redentor, al «verdadero árbol de la vida», de cuyos frutos viven los fieles, mientras que no puede acercarse a él el diablo. En el «Bestiarium» medieval este árbol se llama «perindens»; protege contra el dragón a las palomas que viven a su sombra.
BIDERMAN, Hans. “Diccionario de Símbolos”. Ediciones Paidós Ibérica. Barcelona. 1992. 




miércoles, 28 de mayo de 2025

LAS ABEJAS EN LA SIMBOLOGÍA FUNERARIA. FUNDAMENTACIÓN

LAS ABEJAS EN LA SIMBOLOGÍA FUNERARIA. FUNDAMENTACIÓN.

Foto personal tomada el 8 juni0o 2018
Sabemos muy bien que la importancia de un símbolo no se fundamenta en su imagen sino que es un indicador que nos lleva a pensar en una dimensión que subyace detrás del mismo símbolo. El símbolo es un elemento particular y específico que pasa a significar un todo, un concepto abstracto. Es un elemento visible que intenta reemplazar y superar a las palabras mismas. El símbolo intenta relacionar y comunicar mundos diferentes, lo visible con lo invisible, el aquí y ahora con el más allá y eternidad. Las abejas, el panal, la miel pasan a tener un significado que evidentemente las supera y nos lleva a pensar en una dimensión que va más allá de lo que estamos contemplando.
RECURSO BIBLIOGRÁFICO.
Abeja.
Muy pocos animales desempeñan en el simbolismo un papel tan grande como este insecto formador de Estados o repúblicas. Ya en las épocas más remotas de la Antigüedad se recolectaba la miel de abejas silvestres. Pronto se descubrió también la posibilidad de la apicultura y con ello se logró un gran progreso en asegurar la subsistencia. La miel servía no sólo para endulzar y fermentar, sino también para la elaboración de medicamentos, de cera para fabricar velas; y más tarde, también para la fusión de metales…
En Occidente, la abeja suele denominarse «pájaro de María» o «pájaro de Dios» y equivale a símbolo del alma. El que ve en sueños una abeja tiene ante los ojos la proximidad de la muerte, el alma que se aleja zumbando. Pero si a un muerto le entra volando una abeja en la boca, vuelve a vivir. «Camino de las abejas» era como los antiguos germanos describían el aire henchido de las almas de los muertos.
En el ámbito del Mediterráneo reinaron a menudo curiosas ideas sobre la vida de las abejas; se las consideraba carentes de sexo, y se decía que se originaban de cuerpos de animales en descomposición, no tenían sangre y no respiraban.
Comparaciones antropomorfizantes designaban a las abejas como valientes, castas, diligentes, limpias, viviendo en armonía en su república y dotadas de sentido artístico («pájaros de las musas»). Los sacerdotes y sacerdotisas de Eleusis se llamaban «abejas».
Como el descanso invernal de las abejas se equiparaba a la muerte, se las consideraba también símbolo de la resurrección. La iconografía cristiana no pudo escapar a estas comparaciones. Se tuvo por modélico el carácter infatigable de la abeja en el trabajo para su comunidad. San Ambrosio comparó la Iglesia con la colmena, y a los piadosos miembros de la comunidad con las abejas, que de todas las flores sólo recolectaban lo mejor y evitaban el humo de la soberbia. La idea de que las abejas vivían sólo del olor de las flores hizo de ellas un símbolo de la pureza y de la continencia; para Bernardo de Claraval eran un símbolo del Espíritu Santo.
En el ámbito profano se consideró a la abeja como símbolo real, porque se tuvo a la reina de las abejas por rey durante mucho tiempo. El lirio o flor de lis del escudo de Francia se ha hecho derivar hipotéticamente de la imagen estilizada de una abeja.
La dulzura de la miel convirtióse en símbolo de la elocuencia de san Ambrosio y de san Juan Crisóstomo («boca de oro»). Como símbolo de Cristo sirvió también la dulzura de la miel (clemencia), aunque en unión con el agudo aguijón en el Juicio final. La idea, tomada también de la Antigüedad, de que las abejas no engendran ellas mismas su prole, sino que la recogen de las flores visitadas por ellas, hizo de la abeja también el símbolo de la Virgen María.
Algunos bestiarios medievales han descrito también el «arte y la gracia de la estructura del panal, los regulares hexágonos de las celdillas que ellas (las abejas) delimitan con dura cera y llenan de miel que fluye del rocío que traen de las flores... La miel beneficia en agradable conformidad tanto a los reyes como a los hombres corrientes. No sirve únicamente al goce, sino también a la salud, es dulce para el paladar y curativo para las llagas. Así, una abeja es ciertamente pobre en fuerzas, pero, en cambio, fuerte por el poder de la sabiduría y el amor de la virtud» (Unterkircher). «Las abejitas son diligentes en encontrar el jugo de las flores, y por ello crecerá su reino lleno de miel; así pues, donde la concordia une los corazones, allí florece al mismo tiempo el dulce fruto y la utilidad» (Hohberg, 1675). En heráldica aparece la abeja generalmente en figura múltiple, por ejemplo, en el escudo de la familia corsa de Bonaparte, como símbolo de sentido del orden y la diligencia. En el antiguo Egipto, el rey del Bajo Egipto era «aquel que pertenece a la abeja», como el junco era símbolo del rey del Alto Egipto.
BIDERMAN, Hans. “Diccionario de Símbolos”. Ediciones Paidós Ibérica. Barcelona. 1992. 


LAS ALAS EN LA SIMBOLOGÍA FUNERARIA. FUNDAMENTACIÓN

LAS ALAS EN LA SIMBOLOGÍA FUNERARIA. FUNDAMENTACIÓN

Fotos personales: 1. Cenotafio de los tres amigos, tomada el 31 enero de 2020. 2. Luís Dorrego Indart tomada el 31 enero de 2022. 3. Torquinst, tomada el 22 de febrero 2020. 4. Lezica tomada el 29 enero 2025
Es muy posible que las alas sea uno de los símbolos que con más frecuencia se asocia con la iconografía funeraria. Tiene múltiples y compleja significación. No todo lo que tiene alas es un ángel tiene que ser uno de nuestro primeros criterios en el análisis de estas obras de arte. Posiblemente su presencia en los cementerios nos quieren indicar que entramos en un mundo y una realidad trascendente y con una significación simbólica muy especial al que tenemos que prestar una atención diferente.
RECURSO BIBLIOGRÁCIO.
Ala.
Las alas no distinguen únicamente a los ángeles en el ámbito cristiano, sino también a genios y seres demoníacos, hadas y espíritus del aire en las culturas primitivas del mundo antiguo.
Esta suposición en parte de la figura de ave expresa la pertenencia a la región del cielo, el estado elevado por encima del mundo de los humanos mediante la ligereza de las plumas. Desde el punto de vista de la simbología, no debe estructurarse con ello una figura «capaz de volar» en el sentido físico, sino que se debe valorar la corporeidad mediante la capacidad de elevarse por encima de la gravedad terrestre. Por ello está dotada con especial abundancia de alas la idea de los querubines, los pertenecientes a la clase más alta de ángeles. Ezequiel los describe con cuatro rostros y cuatro alas (tetrapteryx), puestos de pie sobre ruedas que están cubiertas de ojos-estrellas formando con ello el carro del trono viviente de Dios.
En el Apocalipsis de Juan se les describe como seres con seis alas; en el arte de los libros medievales este número cambia. También personificaciones antiguas suelen representarse con alas, por ejemplo, Cronos y la diosa de la victoria Nike (lat. Victoria), y también la diosa de la buena suerte fugaz, Fortuna.
En el arte medieval de la Iglesia oriental se representa con alas a Juan el Bautista, el precursor de Cristo; en Occidente al «Doctor Angelicus», Tomás de Aquino, y más raramente a san Vicente Ferrer, a causa de su angelical amor al prójimo. A los diablos no se les adjudican las ligeras alas del ave, sino las correosas alas del murciélago.
En el Romanticismo, las criaturas parecidas a los silfos suelen dibujar se con alas de libélula y de mariposa. En el diálogo «Fedro» de Platón (427-347 a.C.), hablando del plumaje que cubre las alas, se dice que tiene la virtud de «levantar lo pesado y encaminarlo hacia el lugar donde habita el linaje de los dioses. También participa de la corporeidad de lo divino».
También animales fabulosos simbólicos aparecen dotados de alas cuando se trata de expresar ligereza y «proximidad del cielo» (Pegaso).
BIDERMAN, Hans. “Diccionario de Símbolos”. Ediciones Paidós Ibérica. Barcelona. 1992. 





MANUEL LÓPEZ SECO. Los animales en la simbología funeraria.

MANUEL LÓPEZ SECO. Los animales en la simbología funeraria. Fotos personales tomadas el 19 de junio de 2025. Como podemos observar en el tím...